Si uno privase al lector de sus confidencias –negando todas las incertidumbres del la ruta, la dificultad de las negociaciones, los proyectos y las frustraciones, convirtiéndose en uno de esos dragomanes raros y ejemplares que sin un asomo de esfuerzo se presentan ante sus patrones con un plan perfectamente confeccionado, con sus cestas de comida ya empaquetadas, sus medios de transporte concertados, los criados en guardia- le estará mostrando espectáculos maravillosos y relatando instructivas anécdotas pero en cambio no le estará contando lo que realmente le ha ocurrido a uno cuando estaba en esa situación. Tampoco compartirá sus verdaderas experiencias viajeras ya que son precisamente esos obstáculos y titubeos los que constituyen la verdadera esencia del viaje.
Noventa y dos días
Evelyn Waugh
Noventa y dos días
Evelyn Waugh
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