jueves, junio 28, 2007

La tierra del explorador (Esteban Ierardo)

El explorador escucha otras músicas. Entre las muchedumbres urbanas, prevalece la atmósfera sonora del hombre y sus creaciones; las voces callejeras, el rumor de automóviles y aviones. Las polifonías urbanas silencian una música anterior. La música primaria del agua y sus murmullos. Y el viento y sus soplidos. El explorador late lejos de la multitud. Por eso, su oído es altar continuo para la sinfonía de la naturaleza. [...] Es heredero de los antiguos nómadas; es el que empuja corrientes. Es el que escucha la voz ética del espacio y la música primera de los elementos. Y es quien rebosa admiración por lo infinito y palpita en los espacios de las longitudes vastas.

La tierra del explorador
Esteban Ierardo

Módulos (José Manuel Sánchez)

El origen de Módulos está en el germen de Los Angeles quienes fueron a nivel general uno de los mejores grupos de la época de los conjuntos y sin duda alguna, el mejor grupo vocal de todos ellos. No obstante, adolecían (como la inmensa mayoría de grupos de la época) de composiciones propias por lo que hacían las típicas versiones de covers extranjeros que Trabucchelli con su excelente gusto elegía para ellos.
Aprovechando que tanto Agustín Rodríguez como Francisco Quero hubieron de incorporarse a filas, tuvieron la suerte de contar con Pepe Robles, (proveniente de Los Arlequines) quien durante su corta etapa (1968), demostró su valía dándoles algunos de sus mayores éxitos. Suyas junto a Poncho son las composiciones “No pienses” (cara B del famosísimo “Mañana, mañana”) “Créeme”ó “Pequeñas cosas”, participando también la grabación del disco “Dime, dime / Monotonía”.
El desastre vino cuando se les acabó la mili y hubo sus tira y afloja porque Poncho (cantante y líder indiscutible del grupo) no quería prescindir de Pepe, ya que consideraba que era con gran diferencia mucho mejor músico que Agustín (Paco ya se había incorporado). Pero como no hay mal que por bien no venga, su salida dio lugar a la creación de Módulos.

Módulos (Foro de Roscachapa)
José Manuel Sánchez

El hombre en el castillo (Philip K. Dick)

He vivido bajo los nazis —dijo Joe—. Sé cómo es. ¿Es sólo charla haber vivido con ellos trece, casi quince años? Conseguí una tarjeta de trabajo de la OT. Trabajé para la Organización Todt desde 1947, en África del Norte y los Estados Unidos. Escucha. —sacudió el índice ante la cara de Juliana—. Yo tenía ese talento de los italianos para trabajar los terrenos; la OT me clasificó entre los mejores. No me dedicaba a palear asfalto y a mezclar cemento para los autobahns. Era ayudante de un ingeniero. Un día el doctor Todt vino a inspeccionar el trabajo de la cuadrilla. "Tiene usted buenas manos", me dijo. Fue un gran momento, Juliana. Te reconocen la dignidad del trabajo, no son sólo palabras. Antes de los nazis todo el mundo despreciaba el trabajo manual, yo también. Todos éramos aristócratas. El Frente de Trabajo puso fin a todo eso. Me vi las manos por primera vez en la vida. —Hablaba ahora muy rápidamente y con tanto acento que a Juliana le costaba trabajo seguirlo—. Todos vivíamos allá en los bosques, en el norte del Estado de Nueva York, como hermanos. Cantábamos canciones. Íbamos a trabajar entonando marchas. Era el espíritu de la guerra, pero para la construcción, no la destrucción. Aquellos fueron los mejores días, la reconstrucción luego de la lucha, hileras de edificios públicos, sólidos, limpios, hermosos; levantábamos otra vez manzana a manzana todo el centro de las ciudades, Nueva York y Baltimore. Ahora, por supuesto, ese trabajo ha quedado atrás. Los grandes monopolios como Krupp and Sohnen de Nueva Jersey son los que mandan. Pero esto no es nazi; es el viejo poder europeo. Y algo peor. Los nazis como Rommel y Todt son hombres millones de veces mejores que los industriales como Krupp y los banqueros, y todos esos prusianos. Tendrían que haber pasado por las cámaras de gas. Todos esos caballeros de etiqueta.

El hombre en el castillo
Philip K. Dick

miércoles, junio 27, 2007

Vigencia de Brecht (Carlos Manuel López Ramos)

El relanzamiento planetario de los índices de explotación internos y, sobre todo, externos. La liquidación paulatina, calculada, encubierta pudorosamente, del Estado del Bienestar. El exterminio material, escatológico, tecnológicamente programado, de las áreas disidentes. La consolidación de la pobreza en el seno de las tres cuartas partes de la humanidad y el estancamiento regionalizado, a título vitalicio, de las economías subordinadas en precario. Todos estos componentes integran un sistema universal de relaciones manifiestamente injusto y degradante. Es el firmamento político y moral, a escala cósmica, que Brecht describió en La Santa Juana de los mataderos.
Dice una canción de La ópera de cuatro cuartos:
"Pues ¿de qué vive el hombre? De que siempre atormenta
al hombre, le desnuda, le estrangula y devora.
Sólo así vive el hombre: porque puede olvidarse
por completo de que es un hombre, pese a todo.
Señores, no os hagáis ilusiones de nada:
¡el hombre vive sólo de ser un criminal!".
Y se le permite todo, salvo no tener dinero para pagar sus deudas, dijo Brecht en 1927, en Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny, una de sus obras más nihilistas.

Vigencia de Brecht
Carlos Manuel López Ramos

martes, junio 26, 2007

Un mundo feliz (Aldous Huxley) [Felicidad siempre]

Linda le contaba lo de la hermosa música que salía de una caja, y los juegos estupendos a que se podía jugar, y las cosas deliciosas de comer y de beber que había, y la luz que surgía con sólo pulsar un aparatito en la pared, y las películas que se podían oír, v palpar y ver, y otra caja que producía olores agradables, y las casas rosadas, verdes, azules y plateadas; altas como montañas, y todo el mundo feliz, y nadie triste ni enojado, y todo el mundo pertenecía a todo el mundo, y las cajas que permitía ver y oír todo lo que ocurría en el otro extremo del mundo, y los niños en frascos limpios y hermosos.... todo limpísimo, sin malos olores, sin suciedad... Y nadie solo, sino viviendo todos juntos, alegres y felices, algo así como en los bailes de verano de Malpaís, pero mucho más felices, porque su felicidad era de todos los días, de siempre... John la escuchaba embelesado.

Un mundo feliz
Aldous Huxley

Conversaciones (Gilles Deleuze)

Lo que sucede en el período que media entre Leibniz y Voltaire es un momento fundamental de la historia del pensamiento, la Ilustración, es decir, precisamente un régimen de luz, de materia y de vida, un régimen de la Razón completamente distinto del régimen barroco, por mucho que Leibniz haya preparado esta nueva época: la razón teológica se ha derrumbado y se ha convertido en una razón pura y simplemente humana. Aunque el Barroco mismo es ya la crisis de la razón teológica: se trata de la última tentativa de reconstrucción de un mundo que se viene abajo. […] En nuestros días ya no es la razón teológica sino la humana, la de la Ilustración, la que ha entrado en crisis y se está derrumbando. De ahí que, por nuestras tentativas de salvar algo de ella o de reconstruirla, asistamos a un neo–barroco que nos coloca probablemente más cerca de Leibniz que de Voltaire.

Conversaciones
Gilles Deleuze

El perseguidor (Julio Cortázar) [Tocar]

- Bruno, si un día lo pudieras escribir... No por mí, entiendes, a mí qué me importa. Pero debe ser hermoso, yo siento que debe ser hermoso. Te estaba diciendo que cuando empecé a tocar de chico me di cuenta de que el tiempo cambiaba. Esto se lo conté una vez a Jim y me dijo que todo el mundo se siente lo mismo, y que cuando uno se abstrae... Dijo así, cuando uno se abstrae. Pero no, yo no me abstraigo cuando toco. Solamente que cambio de lugar. Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así.

El perseguidor
Julio Cortázar

lunes, junio 25, 2007

Noventa y dos días (Evelyn Waugh) [Esencia del viaje]

Si uno privase al lector de sus confidencias –negando todas las incertidumbres del la ruta, la dificultad de las negociaciones, los proyectos y las frustraciones, convirtiéndose en uno de esos dragomanes raros y ejemplares que sin un asomo de esfuerzo se presentan ante sus patrones con un plan perfectamente confeccionado, con sus cestas de comida ya empaquetadas, sus medios de transporte concertados, los criados en guardia- le estará mostrando espectáculos maravillosos y relatando instructivas anécdotas pero en cambio no le estará contando lo que realmente le ha ocurrido a uno cuando estaba en esa situación. Tampoco compartirá sus verdaderas experiencias viajeras ya que son precisamente esos obstáculos y titubeos los que constituyen la verdadera esencia del viaje.

Noventa y dos días
Evelyn Waugh

Poemas en la noche (Takuboku)

Una madrugada
entró en la estación
y se sentó
uno sin sombrero.
Luego se salió.

Poemas en la noche
Takuboku

Poemas en el tren (Takuboku)

Los hielos se teñían
como en floraciones.
En la ventana
del tren de vapor.
¡Qué alba y qué colores!

No olvidaré los ojos
de aquel ferroviario,
jóvenes, mansos.
La estación la anunciaban
casi cantando.

Poemas en el tren
Takuboku

viernes, junio 22, 2007

El trompetista del Utopía (Fernando Aramburu)

La historia, por hache o por be, siempre se tuerce. Cada vez que me brindan una ocasión, gusto. Tendrías que verlo, Pauli. Me felicitan, me preguntan: Muchacho, ¿dónde has estado escondido hasta ahora? Al final me tienden un contrato para salir de gira con una banda por los pueblos, para tocar en un local de postín o para lo que sea. De puta madre, pienso. Con el primer sueldo le compraré a mi Pauli un anillo con una esmeralda más grande que un puño y luego me la voy a llevar a un restaurante a que se empapuce de langostinos hasta que se le salte la goma de la faja. Eso me gustaría. Hacer feliz a la hembra de uno, hostia, que tampoco es pedir tanto. Pues créeme, ya estoy a punto de poner la firma y ¿qué pasa? Pues que llaman a la puerta. Pom, pom. Aparece el típico holandés que anda de paso por tierras cálidas, o un negro de Casacristo de la Frontera que dice haber grabado una cosita en Blue Note o que le ató un día los cordones de los zapatos a Wynton Marsalis. En fin, qué más da. Al primate le mola el puesto que ya era mío y cogen los cabrones y se lo dan porque tiene la piel negra y los morros como longanizas, porque no habla ni jota de español o porque a los gilipollas como Gómez Molinos se les ha metido en la mollera que todo lo que viene del extranjero vale más. Me estoy haciendo experto en putadas de ese estilo. Otras veces me creo que el chollo lo tengo seguro y a lo mejor me llaman por teléfono para decirme que la pasma ha clausurado el local, que el mánayer se ha largado con la guita o qué sé yo qué. ¿Entiendes por qué a veces me entra el coraje de agarrar una piedra y aplastármela contra la frente? ¡Si es que, joé, ya está bien de mala folla!

El trompetista del Utopía
Fernando Aramburu

España y los españoles (Juan Goytisolo)

Hoy, cuando las manifestaciones más visibles y agresivas de la actual sociedad de consumo (estaciones de gasolina, snacks, moteles, anuncios) interfieren con un telón de alienadoras tentaciones el hasta hace poco natural paisaje de la Península, los españoles comienzan a mirar su propio país con distintos ojos y corren detrás de un primitivismo que progresivamente desaparece: el encanto de éste aumenta, en efecto, en la misma proporción en que deviene exótico y raro. La adopción razonada y consciente de los criterios «económicos» de la sociedad industrial moderna conduce, paradójicamente, a la exaltación sentimental de los valores primitivos y ancestrales. [...] La contradicción es insoluble y, oscuramente, los españoles de hoy lo presienten: el burgués europeizado de la Península comienza a gustar del sabor de los lugares no estropeados aún por el turismo europeo y añora la antigua imagen de España en la medida en que ésta se aparta y distancia de él, facilitándole, al fin, una contemplación objetiva. Hoy por hoy, la situación en que vivimos pudiera resumirse en estos términos: España no es todavía Europa, pero, para bien y para mal, ha dejado de ser España.

España y los españoles
Juan Goytisolo

miércoles, junio 20, 2007

El arte de los ruidos [La música] (Luigi Russolo)

En la escasez de ruidos, los primeros sonidos que el hombre pudo extraer de una caña perforada o de una cuerda tensa, asombraron como cosas nuevas y admirables. El sonido fue atribuido por los pueblos primitivos a los dioses, considerado sagrado y reservado a los sacerdotes, que se sirvieron de él para enriquecer el misterio de sus ritos. Nació así la concepción del sonido como cosa en sí, distinta e independiente de la vida, y la música resultó ser un mundo fantástico por encima de la realidad, un mundo inviolable y sagrado.

El arte de los ruidos
Luigi Russolo

Ciudadela (Antoine de Saint-Exupéry)

Prohíbo a los mercaderes alabar demasiado sus mercaderías. Porque se convierten pronto en pedagogos y te enseñan como fin lo que por esencia es un medio, y al engañarte así cerca del camino que seguir te degradan; porque si su música es vulgar te fabrican, para vendértela, un alma vulgar. Así pues, está bien que los objetos sean fundados para servir a los hombres; sería monstruoso que los hombres fueran fundados para servir de caja de residuos a los objetos.

Ciudadela
Antoine de Saint-Exupéry

Gog [Desquite 2] (Giovanni Papini)

He sacrificado una suma inmensa y he disminuido mis rentas fijas en algunos millones, pero una de las fantasías más antiguas de mi juventud se ha convertido en un hecho visible. La ciudad ha sido abofeteada, la Naturaleza ha sido vengada.
He vivido durante muchos años en horribles habitaciones en los barrios más populosos de la ciudad más populosa, polvorienta y rumorosa del mundo. Odiaba las habitaciones, las casas, las calles, la ciudad. Y no tenía más remedio que vivir allí. Y pensaba que, cincuenta o cien años antes, en el lugar de aquellos inmundos callejones, aquellos caserones sucios y apestosos, de aquellos laberintos de asfalto y de barro, había praderas donde las flores se abrían al sol, campos donde los frutos maduraban, los pájaros cantaban, corrían las liebres y el viento pasaba libremente: la tierra franca, saturada de agua, olorosa de hierba, sana, silenciosa, hospitalaria a los vagabundos. Y soñaba que un hombre poderosísimo -rico o dictador- podría divertirse un día en devolver a la Naturaleza un pedazo, al menos, de aquella asquerosa ciudad, derribando las casas, desempedrando las calles y haciendo volver el aire límpido donde había corrupción, los marjales floridos donde corrían las cloacas, el silencio donde había el estruendo, la soledad donde millares de hombres se amontonaban en tumbas de ladrillos superpuestas.

Desquite, extraído de Gog
Giovanni Papini

martes, junio 19, 2007

“El futuro ya está aquí” música pop y cambio Cultural en España. Madrid 1978-1985 [Lugares] (Héctor Fouce Rodríguez)

Incluso un lugar tan habitualmente asociado a la alienación urbana como es el metro aparece descrito en canciones como escenario de encuentros que desembocan en el enamoramiento (Hora punta en el metro, de Mamá), como espacio donde pasar el tiempo (Viva el metro, de Kaka de Luxe) o como espacio donde construir una identidad desafiante (Huye de mi, de Kaka de Luxe)
Existen lugares de Madrid celebrados en tanto lugares señalados para el disfrute y el entretenimiento.

“El futuro ya está aquí” música pop y cambio Cultural en España. Madrid 1978-1985
Héctor Fouce Rodríguez

Política hidráulica (Joaquín Costa)

La máquina solar se subroga en lugar del vegetal y del animal, y hace en un minuto lo que éstos no harían sino al cabo de años. La onda luminosa se convierte directamente en onda calorífica, durante el día; la onda calorífica vuelve a ser luz durante la noche; se almacena luz gratuita, se recogen pedazos de sol, mientras está sobre el horizonte, para no echarlo de menos cuando se ha puesto. Ya no hay que dar aquel largo rodeo desde el sol al vegetal, desde el vegetal al estrato hullero, desde la galería de la mina hasta el gasómetro o el generador de vapor, ora para producir luz, ora calor, ora fuerza. El árbol se emancipó con la hulla, dejando de ser negro carbón para convertirse en blanca hoja de carta y de periódico; la hulla, a su vez, se emancipa ahora con el sol, dejando de ser tosco combustible para transformarse en ese iris esplendoroso que forman los colores de anilina. Así progresa la materia. Y así progresa también el trabajo.

Política hidráulica
Joaquín Costa

Sol-Soleá (María Pagés)

Siempre pensé que Soleá venía de Soledad y de pronto descubrí una nueva dimensión de este “palo” alrededor del que giran otros muchos de nuestro Flamenco.
Sola la Soleá, como el Sol, pero como el Sol su influjo es necesario y fundamental sobre el Universo que le rodea, alrededor del Sol bailan los planetas y alrededor del Sol bailaré por Soleá lo que en un día Machado iluminó con sus palabras:
Luz del alma, luz divina, faro, antorcha, estrella, SOL.
SOL.
SOL-SOLEÁ.

Sol-Soleá
María Pagés

Memorias de un periodista (Indro Montanelli)

“Recuerda que los periodistas son como las mujeres de la calle: mientras estén allí les va muy bien y hasta pueden llegar a ser alguien. Lo malo es cuando se les mete en la cabeza querer entrar en la sala...”
Lamentablemente no siempre he seguido esta advertencia, pero me ha ayudado a no tomar nunca las cosas demasiado a pecho, único mérito que me reconozco como periodista.
He recorrido mi siglo casi de principio a fin desempeñando un oficio que me ha permitido o, mejor dicho, me ha impuesto encontrarme en el ojo del huracán de todos los acontecimientos, en contacto con las grandes figuras que lo protagonizaban, y en condiciones de conocer muchos acontecimientos que la historia no ha registrado: Pero esto es lo que soy y lo que quiero seguir siendo: tan sólo un periodista, un testigo de mi tiempo.

Memorias de un periodista
Indro Montanelli

lunes, junio 18, 2007

“El futuro ya está aquí” música pop y cambio Cultural en España. Madrid 1978-1985 (Héctor Fouce Rodríguez)

La unidad de la movida ha sido caracterizada muchas veces como la producida por los encuentros en torno a determinados bares y salas de conciertos, como Rock Ola, afirmándose incluso que lo único en común que la movida comparte son estos lugares de cruce.
Como dice Eduardo Haro Ibars: “La noche de Madrid acaba con una confluencia general de todos los noctámbulos, procedentes de cualquiera de esas noches paralelas, en algún bar oculto, al que hay que llamar casi con contraseña porque se está infringiendo una ley: la que regula el horario de los bares y establecimientos públicos. (...) En esos bares y en las churrerías se hacen amistades imposibles”
El bar aparece por lo tanto como espacio de creación de la comunidad, el lugar en el que las aspiraciones y experiencias individuales se hacen sociales. Es el lugar donde “el ambiente está vibrando”, donde escuchar a los chicos hasta convencerse de que, puesto que “nadie puede parar”, tú mismo tampoco podrás hacerlo. El bar es el lugar en el que, a través de la música, como sucede en Chica de ayer, el enunciador se siente seguro de si mismo, olvida su mala suerte y encuentra el amor.

“El futuro ya está aquí” música pop y cambio Cultural en España. Madrid 1978-1985
Héctor Fouce Rodríguez

La lección del maestro (Henry James)

- Sabe usted tan bien como yo aquello por lo que el artista debe pasar: la concentración, la meticulosidad, la independencia por las que ha de luchar desde el momento mismo en que se propone que su obra sea de veras digna. Ah, amigo mío, su relación con las mujeres, y más aún con la mujer con que más íntimo trato tiene, está a merced de la funesta circunstancia de que el artista, siendo las cosas como son, sólo puede medirlas con un único rasero, mientras ellas tienen cincuenta. Por eso mismo son tan superiores. Imagínese a un artista que cambiase de principios con la misma facilidad que uno cambia de camisa o de vajilla. Le basta y le sobra con pensar en lograrlo, lograrlo y que sea sublime. Su única pregunta ha de ser: “¿Lo he logrado?”, y no: “¿Está hecho todo lo bien que me permiten las responsabilidades contraídas con mi querida familia?”. Su tarea no puede estar emparentada con lo relativo, sólo con lo absoluto. [...]
- ¡Qué falacia, qué descrédito de la figura del artista, pintarlo como un simple monje de clausura, que sólo puede llegar a desempeñar su oficio renunciando a su felicidad personal! ¡Qué terrible condena del arte!
- ¿No se le habrá ocurrido ni por un momento que estoy defendiendo el arte, verdad? “Condena”... ¡Ya lo creo! Felices las sociedades en las que el arte no ha hecho acto de presencia, pues desde el momento en que aparece, son pasto de un dolor que las consume y anida en su seno una incurable corrupción. ¡Sin duda que es falaz la misión del artista! Pero creí que eso lo dábamos por supuesto.

La lección del maestro
Henry James

Viaje al fin de la noche (Louis-Ferdinand Celine) [Olvidar y contar]

La gran derrota, en todo, es olvidar, y sobre todo lo que te ha matado, y diñarla sin comprender nunca hasta qué punto son hijoputas los hombres. Cuando estemos al borde del hoyo, no habrá que hacerse el listo, pero tampoco olvidar, habrá que contar todo sin cambiar una palabra, todas las carbonadas más increíbles que hayamos visto en los hombres y después hincar el pico y bajar. Es trabajo de sobra para toda una vida.

Viaje al fin de la noche
Louis-Ferdinand Celine

Noventa y dos días (Evelyn Waugh) [Placeres del viaje]

Me paré a pensar si había descubierto algún placer en aquel país del que no hubiera podido disfrutar en Europa y se me ocurrieron dos. El primero era el “baño”. No quiero decir que no me lave en Europa ni que me resulte desagradable hacerlo, sino que el suave placer de darse un baño antes de cenar, en casa, guarda una diferencia más bien cualitativa con la exquisita, casi embriagadora experiencia de bañarse en los trópicos después de un duro día de viaje. Es una de las sensaciones físicas más vivas que jamás haya tenido: sentarse en una tacuba en medio de la corriente rápida de un arroyo, chapotear con las piernas metidas hasta la rodilla y echarse calabazas y más calabazas de agua fresca sobre la cabeza y los hombros, tumbarse en las pulidas rocas dejando que el agua corra por tu cuerpo, formando remolinos y cayendo en cascada. Incluso escribir sobre ello me hace estremecerme de emoción al recordar las ondulaciones y las salpicaduras del agua, y el olor penetrante del jabón germicida. Era un placer que se rememoraba prácticamente cada día, que se recordaba y deseaba en medio del tórrido calor, la sequedad y la frustración del mediodía.
El otro placer que descubrí curiosamente, o más bien redescubrí, pues recuerdo haber experimentado este mismo deleite de niño, fue la lectura. Desde entonces, había leído muchos libros por numerosas razones: para adquirir información, por la curiosidad de saber de qué trataban, por cortesía debido a que conocía al autor. He ojeado muchos bestsellers para comprobar si su éxito era realmente merecido, y una vez que descubría en qué consistía su interés los dejaba apartados, he leído aceleradamente historias de detectives porque los problemas que plantean generan un ansia por terminarlos, un instinto inexplicable como el que te impulsa a colocar los objetos encima de la repisa de la chimenea cuando estás en casas ajenas para que queden derechos. También he leído libros por trabajo, porque me pagaban por escribir una reseña. Pero hacía diez años que no leía un libro por mero placer.

Noventa y dos días
Evelyn Waugh

domingo, junio 17, 2007

Noventa y dos días (Evelyn Waugh) [Mr. Christie]

Tenía un largo bigote blanco y la cabellera canosa, también blanca. Su rostro, del mismo tono tostado por el sol y palidecido por la fiebre que la mayoría de caras en la colonia, aunque de inconfundibles facciones negras. Para los negros –e incluso para los blancos, a no ser que consigan una autorización- es ilegal establecerse en región india, y supe más tarde que durante los primeros diez años habían tratado desde el gobierno de desalojarlo en repetidas ocasiones. Pero habían acabado por dejarlo en paz. Le saludé y le pregunté dónde podía dar de beber a mi caballo. Sonrió medio dormido, como ausente, y dijo:
- Te estaba esperando. Tuve una visión en la que me avisaron de que llegarías.
Bajó con un brinco de la hamaca, buscó sus zapatos, encontró sólo uno y avanzó cojeando para estrecharme la mano.
- Siempre conozco cómo son los visitantes en las visiones que tengo de ellos. A veces un cerdo o un chacal; a menudo un tigre furioso.
No pude resistirme a preguntarle:
- ¿Y cómo me le aparecí yo?
- Como un harmonio dulcemente afinado –contestó educadamente Mr. Christie.

Noventa y dos días
Evelyn Waugh

Noventa y dos días (Evelyn Waugh) [Periodistas]

Dos periodistas de color de la prensa local vinieron a entrevistarme. Me habían seguido en sus bicicletas desde el otro hotel (esto, permítanme que me apresure a decirlo, no es indicativo de fama. A todos los que vienen en primera clase se les hace una entrevista a su llegada a Georgetown). Parecían más bien simples y no tenían nada del ingenio que se supone a los de su profesión. Anotaron meticulosamente todo lo que dije como si fuera un testigo ante un tribunal arzobispal.
¿Era cierto que era escritor? Sí.
¿Un escritor que ha publicado libros, o tan sólo un escritor? Les dije que sí, que escribía libros, pero que también había sido reportero del Daily Express durante tres semanas. ¿El Express de Londres? Está claro que eso les impresionó, confirmando lo que siempre he sostenido: que cualquier idiota puede conseguir que le publiquen un libro, pero que hace falta ser un idiota muy especial para conseguir un puesto en un diario.

Noventa y dos días
Evelyn Waugh

miércoles, junio 13, 2007

Escenas Andaluzas [¿Por qué en Andalucía?] (Serafín Estébanez Calderón, ”El solitario”)

¿Por qué se han conservado en Andalucía, mejor que en Castilla u otras provincias, estos cantares y romances? ¡Cómo es que preciosidades de literatura y costumbres tan interesantes no se han recogido en las antiguas o modernas colecciones? Una respuesta sola hay para esto: la música oral los ha conservado, así como los cánticos de Escocia o la poesía de otros pueblos. El averiguar por qué en Andalucía se conserva más resto de costumbres antiguas, más caballerescas que no en otras provincias antes restauradas de los moros, fuera asunto para una curiosa disertación.

Escenas Andaluzas
Serafín Estébanez Calderón “El Solitario”

Escenas Andaluzas [Un baile en Triana] (Serafín Estébanez Calderón, ”El solitario”)

El pie pulido de ella se perdía de vista, por los giros y vueltas que describía, y por los juegos y primores que ejecutaba; su cabeza airosa, ya volviéndola gentilmente al lado opuesto de por donde serenamente discurría, ya apartándola con desdén y desenfado de entre sus brazos, ya orlándola con ellos como queriéndola ocultar y embozarse, ofrecía para el gusto las proporciones de un busto griego, para la imaginación las ilusiones de un sueño voluptuoso. Los brazos mórbidos y de linda proporción, ora se columpiaban, ora los alzaba como en éxtasis, ora los abandonaba como en desmayo; ya los agitaba como en frenesí y delirio, ya los sublimaba o derribaba alternativamente como quien recoge flores o rosas que se la caen. Aquí doblaba la cintura, allí retrepaba el talle, por doquier se estremecía, por todas partes circulaba, ora blandamente como cisne que hiende el agua, ora ágil y rápida, como sílfide que corta el aire. El bailador la seguía menos como rival en destreza, que como mortal que sigue a una diosa.

Un baile en Triana, de Escenas andaluzas
Serafín Estébanez Calderón, “El solitario”

Impresiones y paisajes (Federico García Lorca) [Todo callado]

Todas las cosas están dormidas en un tenue sopor..., se diría que por las calles tristes y silenciosas pasan sombras antiguas que lloraran cuando la noche media... Por todas partes ruinas color sangre, arcos convertidos en brazos que quisieran besarse, columnas truncadas cubiertas de amarillo y yedra, cabezas esfumadas entre la tierra húmeda, escudos que se borran entre verdinegruras, cruces mohosas que hablan de muerte... Luego un meloso sonido de campanas que zumba en los oídos sin cesar..., algunas voces de niños que siempre suenan muy lejos y un continuo ladrido que lo llena todo... La luz muy clara. El cielo muy azul en el que se recortan fuertemente los palacios y las casucas con oriflamas de jaramagos. Nadie cruza las calles, y si las atraviesa, camina muy despacio como si temiera despertar a alguien que durmiera delicadamente... Las yerbas son dueñas de los caminos y se esparcen por toda la ciudad tapando calles, orlando a las casas y borrando la huella de los que pasan. Los cipreses ponen su melancolía en el ambiente y son incensarios gigantes que perfuman el aire de la ciudad que constantemente se disuelve en polvo rojo...
Hay fachadas desquiciadas con mascarones miedosos llenos de herrumbre, hay tímpanos rotos que son fuentes de humedad..., hay columnas empotradas en los muros que parece se retuercen para desprenderse de su prisión... Todo callado. Todo silencioso.

Impresiones y paisajes
Federico García Lorca

Cuentos del futuro (El ruido de un trueno) (Ray Bradbury)

Eckels miró en el otro extremo de la vasta oficina la confusa maraña zumbante de cables y cajas de acero, y el aura ya anaranjada, ya plateada, ya azul. Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano.

El ruido de un trueno, de Cuentos del futuro
Ray Bradbury

Nadadora sumergida (Federico García Lorca)

A la mañana siguiente fue encontrada en la playa la condesa de X con un tenedor de ajenjo clavado en la nuca. Su muerte debió de ser instantánea. En la arena se encontró un papelito manchado de sangre que decía: "Puesto que no te puedes convertir en paloma, bien muerta estás".
Los policías suben y bajan las dunas montados en bicicleta.
Se asegura que la bella condesa X era muy aficionada a la natación, y que ésta ha sido la causa de su muerte.
De todas maneras podemos afirmar que se ignora el nombre de su maravilloso asesino.

Nadadora sumergida
Federico García Lorca

Un Invierno en Mallorca (George Sand)

Este es uno de aquellos paisajes que aplanan porque no nos dejan desear ni imaginar nada. Todo cuanto pueden soñar el pintor o el poeta lo ha creado la naturaleza en este lugar. Conjunto inmenso, variedades inexpresables, formas confusas, contornos vigorosos, vagas profundidades, todo ello está allí y el arte nada puede añadir...

Un Invierno en Mallorca
George Sand

En la calma de Mallorca (Miguel de Unamuno)

Si un día la batalla de la vida me rinde, si mi coraje flaquea, si siento en el corazón del alma la vejez, me acordaré –estoy seguro- de este pueblo tranquilo y feliz; me acordaré de su luz espléndida y también de su lago subterráneo de aguas tenebrosas y quietas; me acordaré de sus quietas legiones de almendros y de higueras, todos bien alineados; me acordaré de sus patriarcales molinos de viento volteando sus velas sobre los arreboles que deja el sol al ponerse en la sierra de la costa brava; me acordaré de esta paz; ¿pero hoy? Hoy no he hecho sino empezar a gustar este sosiego, y ya el amor a la inquietud se me enciende.
Y, sin embargo, ¡Qué grato es esto! ¿Quién acierta?

En la calma de Mallorca
Miguel de Unamuno

Las nanas infantiles (Federico García Lorca)

No debemos olvidar que la canción de cuna está inventada (y sus textos lo expresan) por las pobres mujeres cuyos niños son para ellas una carga, una cruz pesada con la cual muchas veces no pueden. Cada hijo, en vez de ser una alegría, es una pesadumbre, y, naturalmente, no pueden dejar de cantarles, aun en medio de su amor, su desgano de la vida.
Hay ejemplos exactos de esta posición, de este resentimiento contra el niño que ha llegado cuando, aun queriendo la madre, no ha debido llegar de ninguna manera. […]
Son las pobres mujeres las que dan a los hijos este pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas ricas. El niño rico tiene la nana de la mujer pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país.

Las nanas infantiles (Conferencia)
Federico García Lorca

Impresiones y paisajes (Federico García Lorca) [País analfabeto]

Recordemos la Salamanca ultrajada, con el palacio de Monterrey lleno de postes eléctricos, la casa de las Muertes con los balcones rotos, la casa de la Salina convertida en Diputación, y lo mismo en Zamora y en Granada y en León... ¡Esta monomanía caciquil de derribar las cosas viejas para levantar en su lugar monumentos dirigidos por Benlliure o Lampérez!... ¡Desgracia grande la de los españoles que caminamos sin corazón y sin conciencia!... Nuestra aurora de paz y amor no llegará mientras no respetemos la belleza y nos riamos de los que suspiran apasionadamente ante ella. ¡Desdichado y analfabeto país en que ser poeta es una irrisión!

Impresiones y paisajes
Federico García Lorca

lunes, junio 11, 2007

Del sentimiento trágico de la vida (Miguel de Unamuno) [El hombre]

Homo sum: nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino. Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.
Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el bípedo implume de la leyenda, el hombre político de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo oeconomicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí o de allí ni de esta época o de la otra, que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre.
El nuestro es otro, el de carne y hueso; yo, tú, lector mío; aquel otro de más allá, cuantos pensamos sobre la Tierra.

Del sentimiento trágico de la vida
Miguel de Unamuno

Perfiles (Woody Allen)

Más que en ninguna otra época de la Historia, la humanidad se halla ante una encrucijada. De los dos caminos a tomar, uno conduce al desaliento y a la desesperanza más absoluta. Y el otro a la total extinción. Roguemos al cielo sabiduría para elegir lo que más nos conviene... No inspira mis palabras la futilidad, dicho sea de paso, sino un frenético convencimiento en el absurdo irremediable de la existencia, que podría fácilmente parecer pesimismo. No se trata de eso. Se trata, sencillamente, de una sana preocupación ante el trance por el que atraviesa el hombre moderno. (Quede aquí definido el hombre moderno como toda persona nacida después del edicto de Nietzsche “Dios ha muerto”, y antes del éxito pop “I wanna hold your hand”.) Tal “trance” puede enunciarse de una manera o de otra, si bien ciertos filósofos del lenguaje prefieren reducirlo a una ecuación matemática, fácil no ya de resolver sino de llevar en la cartera.
Planteado en su forma más sencilla, el problema es: ¿Cómo es posible que tenga sentido un mundo finito que viene determinado por las medidas de mi cintura y cuello? Esta cuestión se hace particularmente ardua cuando vemos que la ciencia nos ha burlado. Cierto, ha vencido muchas enfermedades, ha roto el código genético, hasta ha enviado seres humanos a la Luna, pero si metemos a un hombre de ochenta años en un dormitorio con dos camareritas de dieciocho, nada ocurrirá. Porque los problemas auténticos no cambian. A fin de cuentas ¿podemos escrutar el alma humana a través de un microscopio?

Mi discurso a los graduados, de Perfiles
Woody Allen

Notas de andar y ver (José Ortega y Gasset) [Vivir]

La mayor parte de los hombres no hacemos sino querer en el sentido económico de la palabra: resbalamos de objeto en objeto, de acto en acto, sin tener el valor de exigir a ninguna cosa que se ofrezca como fin a nosotros. Hay un talento del querer, como lo hay del pensar, y son pocos los capaces de descubrir por encima de las utilidades sociales que rigen nuestros movimientos, que nos imponen esta o aquella actitud, su querer personalísimo.
Solemos llamar vivir a sentirnos empujados por las cosas en lugar de conducirnos por nuestra propia mano.

Notas de andar y ver
José Ortega y Gasset

jueves, junio 07, 2007

El explorador, de Las cinco naciones (Rudyard Kipling)

... Una voz, insistente como la Conciencia, introducía infinitas variaciones
en el perpetuo susurro que día y noche repetía:
“Hay algo oculto. Ve y descúbrelo. Ve y busca detrás de las montañas.
Hay algo oculto tras las montañas. Hay algo perdido que te espera. ¡Ve!

El explorador, de Las cinco naciones
Rudyard Kipling

El Atlántico es mi desierto (Jean-Françoise Deniau)

El mar, 360° de horizonte de color tornadizo, es el más bello paisaje del mundo. No es evasión, sino escuela de libertad. El reto del viento, de las corrientes y las olas: agua y aire (la tierra y el fuego son los más peligrosos para el marinero). Los más sencillos, los más naturales. Los cuatro elementos Desafíos elegidos, deseados y si es posible dominados. El máximo de obstáculos con el máximo de responsabilidad. También la soledad, pues frente al destino, como en el más profundo dolor, todo ser está solo. ¿El riesgo? La vida es un riesgo. Yo amo la vida. Cada vez que uno se echa a la mar, entra en la noche. Se abandona el puerto, la ciudad, los hombres, el calor, la luz, aunque se abandonen los faros del paso a pleno mediodía. Cuando llega la noche, hay que atravesar una segunda noche. Y si se está solo al timón, la soledad es una tercera noche.

El Atlántico es mi desierto
Jean-Françoise Deniau

13,99 € (Frédéric Beigbeder)

Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo, es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.
Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado “la depresión poscompra”. Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo, es un simple flujo de caja. ¿Su lema? “gasto, luego existo”.Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.
13,99 €
Frédéric Beigbeder

El círculo de los mentirosos (Jean-Claude Carriere)

Una historia india contemporánea cuenta lo siguiente:
Un hombre viaja en tren. El vagón sufre de repente una sacudida y el hombre pierde una de sus sandalias, que cae al exterior.
Al instante coge la otra sandalia y la tira.
Otro hombre sentado a su lado se sorprende al ver aquello. Él contesta:
- No puedo hacer gran cosa con una sola sandalia. Y, si alguien encuentra la que ha caído, tampoco le servirá para mucho. Así pues, mejor que encuentre las dos.

El círculo de los mentirosos (Cuentos filosóficos del mundo entero)
Jean-Claude Carriere

Pensamientos (Mahatma Gandhi)

La conciencia no es una misma cosa para todos. Si bien es una excelente guía para la conducta individual, la imposición de esa conducta a los demás es una insoportable intromisión en la libertad de conciencia de cada uno.
[...]
Estoy absolutamente convencido de que ningún hombre pierde su libertad sino por su propia debilidad.
[...]
El verdadero demócrata es aquel que valiéndose de medios exclusivamente no violentos defiende su libertad y, por lo tanto, la de su patria y, en última instancia, la del género humano.

Pensamientos
Mahatma Gandhi

¿Para qué la acción? (Simone de Beauvoir)

Estando planteada la elección global, no podemos contradecirla parcialmente, sino por enceguecimiento y mala fe, y la mala fe entraña la duda y el malestar. Es por eso que muchos vanidosos se sienten tan mal en su piel. Un tonto encuentra siempre otro más tonto que lo admire; pero no puede disimularse a voluntad que este tonto es un tonto, ni tomar a gusto la tontería por una virtud. La libertad manda y no obedece; en vano intentaremos negarla o forzarla.
[...]
Nuestras libertades se soportan unas a otras como piedras de una bóveda, pero de una bóveda que no sostienen ningún pilar. La humanidad está enteramente suspendida en un vacío que ella misma crea por su reflexión sobre su plenitud.

¿Para qué la acción?
Simone de Beauvoir

lunes, junio 04, 2007

Orient Express (John Dos Passos) [Kif II, el kif]

- En América bebemos estimulantes para excitarnos – había comentado yo-. Aquí, en cambio, fuman kif para tranquilizarse.
Fue incapaz de comprender el significado de mis palabras. Como él mismo había sentido una considerable excitación cuando había tenido que perseguir a su desbocada mula, con tal ímpetu que hasta había perdido las zapatillas en el intento, opinaba por propia experiencia que se trataba de un sentimiento miserable, peor incluso que la enfermedad. Traté de explicarle cómo funcionaba el parque de atracciones de Coney Island, donde los visitantes pagaban para que los acuciaran, los hostigaran y les dieran empujones, o para deslizarse por toboganes, rodar en barriles y columpiarse sobre puentes semidestruidos. Achmed sacó la conclusión de que los habitantes de las tierras del Oeste debíamos de estar locos pero, a fin de cuentas, consideraba nuestra locura muy afortunada puesto que éramos inmensamente ricos. Le ofreció la pipa al pequeño sastre, que la tomó con unción para ponerse a fumar entre sorbos de té mientras permanecía sentado contemplando el cielo, a través de la alta puerta, con una somnolienta sonrisa en las comisuras de la boca. Acto seguido, el propio Achmed le dio varias caladas muy profundas y se quedó mirando al vacío con un intenso resplandor azul en los ojos. Por último, me la ofreció a mí. El occidental que comía sopa de letras se tragó el punzante humo con ademán rutinario. ¿Habría suficiente kif en el mundo para asfixiar los deseos vehementes, la sensación de estar viviendo eventos de primera página en cualquier esquina, el tremendo desasosiego provocado por las estaciones de tren al anochecer, la sombría locura de las ciudades, las ruedas con sus trituradores dientes o el infinito despliegue de papel impreso? Para Achmed nada de eso tenía verdadera importancia. La vida consistía en un apacible estado de sumisión en el que el desarrollo de la propia existencia conllevaba a menudo el final de la vida de un semejante.

Orient Express
John Dos Passos

Orient Express (John Dos Passos) [Kif I, el miedo]

El sol de nuestra generación ha estallado en mil pedazos y su quebrada luz llamea en bandas de inquietantes colores. Sube al tren, en Florida están vendiendo la felicidad en parcelas de un acre. Así pues, debemos continuar viajando a través de los continentes, ensordecidos siempre por el estruendo de las ruedas y por el rugido del motor de los aviones, para revolcarnos en todos los mares con el olor del aceite recalentado en la nariz y el latido de las máquinas en la sangre. Y de toda esa Babel de ciudades apiladas unas sobre otras y de continentes sobre continentes, de ese mundo exprimido hasta la última gota o estirado a nuestro antojo, elástico como una pelota de goma nueva, ¿qué sacamos en limpio? Paz, desde luego, no. Ésa es la razón por la que en esta época de gigantescas máquinas y hombres de mente escurridiza es imprescindible contar con un poco de música. Necesitamos que los hijos de Homero hagan resonar el tumultuoso aullido del mundo a un ritmo más humano, ayudándonos así a superar el miedo.

Orient Express
John Dos Passos

Orient Express (John Dos Passos) [La caravana se detiene]

Así pues, vestido con toda la pompa de un recién estrenado aba de Bagdad, estoy tumbado en una alfombra delante de mi tienda bajo un reluciente cielo jaspeado como la turquesa. Distingo a poca distancia los grandes fardos que transportan los camellos de Jassem er Rawwaf apilados en semicírculo para resguardar la hoguera; en torno al fuego se encuentran acuclillados los miembros más serios de la caravana tomando café. Enfrente, tengo la tienda inglesa del sayyid Mohamed donde, al parecer, se reúne toda la dorada juventud. Las balas de los otros siete u ocho grupos que integran la caravana están colocadas en forma de media luna, como las de Jassem, para proteger las fogatas del viento. Aparte del sayyid y yo, y las danzarinas de camino hacia Alepo, sólo hay un comerciante de Damasco suficientemente refinado como para disponer de una tienda propia. Todos los demás están acomodados en alfombras en torno a las hogueras, bajo el cielo azul. Han llevado a los camellos a pastar en la reseca maleza de los cerros cercanos a la charca y sus oscuras siluetas se recortan contra la línea del horizonte en insólitas actitudes. De vez en cuando se observa a un guardián, con el fusil colocado sesgadamente a la espalda, vigilando inmóvil desde la cima de una de las colinas de tonalidades ocre, violeta y acero, que se extienden en todas las direcciones como una vasta superficie de olas de mar.

Orient Express
John Dos Passos

King (John Berger)

Se pasó la vida intentando resolver el enigma de cómo había salido exactamente el hombre de la barbarie, qué etapas había pasado hasta llegar a donde había llegado. Vaticinó una segunda barbarie, King, mucho peor que la primera. En la primera, según él, había cierta generosidad. La segunda barbarie se implanta en el pensamiento mismo, lo que la hace mucho más vil y mucho más cruel. La segunda barbarie mata a los hombres y se lo lleva todo al tiempo que promete y habla de libertad.

King
John Berger

El sujeto y el poder (Michel Foucault)

La libertad bien puede aparecer como la condición para ejercer el poder (al mismo tiempo que es su precondición, ya que la libertad debe existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de resistencia, el poder podría ser equivalente a la imposición física).

El sujeto y el poder
Michel Foucault

El infinito (Giacomo Leopardi)

Siempre amé esta colina,
y este cerco que la vista me impide ver
más allá de su horizonte.
Mirando los interminables espacios de allá a lo lejos,
los silencios sobrehumanos y su profunda quietud,
yo estoy con mis pensamientos,
aunque mi corazón no se asusta.
Escucho los susurros del viento detrás de las plantas,
y en el infinito silencio mido mi voz:
y me subyuga lo eterno, y las estaciones muertas,
y el presente real y el sonido de todos ellos.
Así a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y el naufragar me es dulce en este mar.

El infinito
Giacomo Leopardi


Mi último suspiro (Luis Buñuel) [Las Hurdes]

Había en Extremadura, entre Cáceres y Salamanca, una región montañosa desolada, en la que no había más que piedras, brezo y cabras: Las Hurdes. Tierras altas antaño pobladas por bandidos y judíos que huían de la Inquisición.
Yo acababa de leer un estudio completo realizado sobre aquella región por Legendre, director del Instituto Francés de Madrid, que me interesó sobremanera. Un día, en Zaragoza, hablando de la posibilidad de hacer un documental sobre Las Hurdes, con mi amigo Sánchez Ventura y Ramón Acín, un anarquista, éste me dijo de pronto:
- Mira, si me toca el gordo de la lotería, te pago esa película.
A los dos meses le tocó la lotería, no el gordo, pero sí una cantidad considerable. Y cumplió su palabra.

Mi último suspiro
Luis Buñuel

Harún y el Mar de las Historias (Salman Rushdie)

- Pero ¿por qué odias las historias de esa manera? –exclamó Harún desconcertado-. Las historias son divertidas...
- Pero no es Diversión lo que conviene al mundo –dijo Khatam-Shud -. Lo que conviene al mundo es Sumisión.
- ¿A qué mundo? –preguntó Harún.
- A tu mundo, a mi mundo, a todos los mundos –fue la respuesta-. Están ahí para ser dominados. Y dentro de cada historia, dentro de cada corriente del Océano, hay un mundo, un mundo imaginario que yo no puedo Dominar. Ahí tienes el por qué.

Harún y el Mar de las Historias
Salman Rushdie

Las babas del diablo (Julio Cortázar)

De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, enseguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento; recién entonces uno está bien, está contento y puede volverse a su trabajo. Que yo sepa nadie ha explicado esto, de manera que lo mejor es dejarse de pudores y contar, porque al fin y al cabo nadie se avergüenza de respirar o de ponerse los zapatos; son cosas que se hacen, y cuando pasa algo raro, cuando dentro del zapato encontramos una araña o al respirar se siente como un vidrio roto, entonces hay que contar lo que pasa, contarlo a los muchachos de la oficina o al médico. Ay, doctor, cada vez que respiro... Siempre contarlo, siempre quitarse esa cosquilla molesta del estómago.

Las babas del diablo
Julio Cortázar

El Coloso de Marusi (Henry Miller)

Me parecía que todos los oyentes no sólo admitían el perfecto derecho de Katsimbalis a improvisar, sino que esperaban que lo hiciese. Lo consideraban como un virtuoso, un virtuoso que solamente interpretaba sus propias composiciones y que, por tanto, tenía derecho a modificarlas como quisiera.
Había en su notable don, otro interesante aspecto que guardaba analogía con el talento del músico. Durante el tiempo que le traté, la vida de Katsimbalis era relativamente tranquila y sin aventuras. Pero cualquier incidente que ocurriera, por trivial que fuese, lo convertía en un gran acontecimiento. Tal vez sólo se trataba de que, volviendo a su casa, había cogido una flor, en la cuneta de la carretera. Pero cuando terminaba de contar el hecho, la flor, por humilde que fuera, se convertía en la más maravillosa que un hombre hubiera cogido jamás. Se grababa en la memoria del oyente como la flor que había cogido Katsimbalis. Se convertía en algo único en su género, no porque fuera excepcional, sino porque Katsimbalis la había inmortalizado al advertirla, porque había depositado en esa flor todo lo que pensaba y sentía sobre las flores: es decir, un completo universo.

El Coloso de Marusi
Henry Miller

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos (John Berger)

Los dos somos buenos contadores de cuentos. De noche, tendidos de espaldas, contemplamos el cielo estrellado. Aquí es donde empiezan todas las historias, bajo la égida de esa multitud de estrellas que por la noche se apoderan furtivamente de las convicciones, para restituirlas, a veces, en forma de fe. Los primeros que inventaron, que dieron un nombre a las constelaciones, eran contadores de cuentos. Al trazar una línea imaginaria entre ellas, les confirieron una imagen, una identidad. Se ensartaban las estrellas en esa línea al igual que se van ensartando los acontecimientos en un relato.

Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos
John Berger

Clea (Lawrence Durrell)

Era un relato de salvaje poesía adecuado al lugar y al momento; el pequeño círculo de rostros mustios, el diván, la luz incierta y temblorosa; la extraña fascinación del canturreo árabe con sus imágenes damasquinadas y suntuosas, el espeso brocado de repeticiones aliterativas, el acento nasal, todo contribuía a dar a la historia un esplendor secular que me hacía llorar, llorar con lágrimas hambrientas. ¡Qué alimento potente para el alma! Pensé en la magra ración que nosotros, los modernos, ofrecemos a nuestros ávidos lectores. Aquel cuento tenía contornos épicos. Sentía envidia. ¡Qué ricas eran aquellas pequeñas mendigas! Y también envidié el auditorio. Como plomadas, las niñas se sumergían en las imágenes de la historia. Podía ver sus verdaderas almas, deslizándose como ratones, asomando a hurtadillas por detrás de las máscaras pintarrajeadas, en súbitas expresiones de asombro, de suspenso, de alegría. En el macilento crepúsculo, aquellas expresiones reflejaban una verdad terrible. Se las veía como habrían de ser en la edad madura: la bruja, la buena esposa, la chismosa, la arpía. La poesía de aquel cuento las desnudaba hasta los huesos, permitía florecer la verdad en cada una de ellas, en rostros que retrataban con fidelidad sus pequeños espíritus frustrados.

Clea
Lawrence Durrell

Curso de literatura europea (Vladimir Nabokov)

Yo recomendaría la muy denigrada torre de marfil, no como prisión del escritor sino sólo como dirección estable, provista naturalmente de teléfono y ascensor por si a uno le apetece bajar un momento a comprar el periódico de la tarde o pedirle a un amigo que suba a jugar una partida de ajedrez, cosa ésta sugerida en cierto modo por la forma y la textura de la morada. Es un lugar fresco y agradable, con un inmenso panorama circular, y cantidades de libros y de aparatos prácticos. Pero antes de construirse uno su torre de marfil debe tomarse la inevitable molestia de matar algunos elefantes.

Curso de literatura europea
Vladimir Nabokov

La calle del Paraíso (Gustavo Martín Garzo)

Todos tenemos, más allá de la ciudad que vemos y por la que caminamos, una ciudad que se esconde, una ciudad que sólo nosotros conocemos y que, sin embargo, es en la que más íntimamente llegamos a encontrarnos con los demás. Una ciudad de silencio.

La calle del Paraíso
Gustavo Martín Garzo

Una breve historia de casi todo [La vida] (Bill Bryson)

Es fácil no reparar en la idea de que la vida simplemente es. Como humanos nos inclinamos a creer que tiene que tener un objeto. Tenemos planes, aspiraciones y deseos. Queremos sacar provecho constante de toda la existencia embriagadora de la que se nos ha dotado. Pero ¿qué es vida para un liquen? Sin embargo, su impulso de existir, de ser, es igual de fuerte que el nuestro… puede decirse que hasta más fuerte. Si se me dijese que tendría que pasar décadas siendo una costra peluda en una roca del bosque, creo que perdería el deseo de seguir. Los líquenes, en cambio, no. Ellos, como casi todos los seres vivos, soportarán cualquier penalidad, aguantarán cualquier ofensa, por un instante más de existencia. La vida, en suma, sólo quiere ser.

Una breve historia de casi todo
Bill Bryson

viernes, junio 01, 2007

Los bestiarios (Henry de Montherlant)

Para aquellos que sienten con fuerza la vocación del espíritu, en el sentido religioso de esta expresión, existen los claustros: buscan refugio en Dios. Para aquellos que sienten la vocación del espíritu, en el sentido humano de la expresión, hay otros claustros: los poetas, los pensadores, los sabios, los escritores, los artistas, se refugian en sus obras y resurgen en ellas, como los amantes se refugian y vuelven a resurgir en las criaturas a las cuales aman.

Los bestiarios
Henry de Montherlant

El arte de los ruidos (Luigi Russolo)

La vida antigua fue toda silencio. En el siglo diecinueve, con la invención de las máquinas, nació el Ruido. Hoy, el Ruido triunfa y domina soberano sobre la sensibilidad de los hombres.

El arte de los ruidos
Luigi Russolo

Orient Express (John Dos Passos) [El Suburbio Universal]

Con el nombre de Alá por todo equipaje, es posible viajar desde la Muralla China hasta el Níger teniendo garantizada la subsistencia, e incluso un poco de dinero en el bolsillo, siempre y cuando se esté dispuesto a tocar el polvo con la frente cinco veces al día y a renunciar a uno mismo y a las tentaciones de Occidente.
Y aún así, Occidente sigue irradiando su poderosa atracción. El evangelio de Henry Ford sobre la producción en cadena y las piezas de repuesto llegará a conquistar incluso a los corazones que se mostraron insensibles a Tales, Demócrates, Galileo o Faraday. No existe dios lo bastante poderoso para plantarle cara al Suburbio Universal.
En estos tiempos, ese símbolo de la miseria errante sobre la superficie terrestre que es el derviche acabará por convertirse en un simple maleante, como sucede ya en los países más civilizados.

Orient Express
John Dos Passos

Notas de andar y ver (José Ortega y Gasset) [Arte]

La verdadera emoción estética, sólo se produce en quien no está dispuesto a tenerla y no ha preformado el gesto de admiración. Se hace uno el siguiente razonamiento: si, en efecto, hay tantas cosas bellas como se dice, una de dos: o su belleza nos mataría de tanto conmovernos, o es la belleza una sustancia tan tibia e inocua que no merece la pena de hablar de ella. Yo creo que se ha perdido el sentido del arte a fuerza de multiplicarlo y abaratarlo. Cuánto mejor considerar el arte como una aventura que sobreviene alguna que otra vez, muy raramente. Por lo pronto es una sorpresa. Vamos por la vida ocupados en nuestros asuntos y de repente algo nos arrebata, nos saca de nuestro quicio, nos infunde un frenesí, nos arrastra como el vendaval divino a los profetas hacia una localidad extramundana. No hay arte sin éxtasis en el sentido más riguroso de la palabra, que es “estar fuera de sí”.

Notas de andar y ver
José Ortega y Gasset