Lánguidamente los ojos de África se dirigieron hacia la ventana: había dejado de llover y el sol brillaba con la potencia de mil bombas de cobalto. Pobre chica que ni siquiera sabía cuándo había nacido. ¿Pobre? Tal vez la pobre era ella, África Fernández, que sí lo sabía, y que se había dejado doblar el corazón por el puro peso numérico de la edad.
Blanco y negra
Blanco y negra
Javier Puebla
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