Los turcomanos, que eran nómadas, aterrorizaron durante siglos las comunidades agrícolas de Persia y Afganistán, así como a las caravanas que cubrían la ruta de la seda, violando, saqueando y llevándose muchos esclavos que vendían a los árabes y a los kanes de Jiva y Bujará, en el actual Uzbekistán. Cada vez que Persia organizaba una expedición hacia el norte, los turcomanos huían hacia las tierras de Kara Kum. Pero aunque eran buenos jinetes, los turcomanos, aferrados a las tradiciones de sus clanes, nunca lograron constituir un estado propio, y en 1741 el rey persa Nadier Sha los sometió a su dominio. Más tarde, concretamente en 1813, los rusos quebrantaron el dominio persa en Asia Central y empezaron a levantar fuertes en el desierto para atacar a los turcomanos, que respondieron con incursiones en las que mataban y esclavizaban a los civiles rusos. Salvando las diferencias, era la reproducción de la guerra que se producía por entonces entre colonos blancos y nativos indios en el Oeste de Estados Unidos.
Rumbo a Tartaria
Robert D. Kaplan
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