Mi envoltura de cera se fundía, al azar, irregularmente, con grandes rayas goteando aquí y allá. A través de la tela transparente, comenzaba yo a percibir maravillosos paisajes de praderas vírgenes tan radiantes en un principio y llenas de una blancura de luna; campos de rosas, de azafranes, con serpientes y rocas; con cosas negras y manchadas; trampas y obstáculos. Uno salta del lecho, abre la ventana, ¡qué clamor el del canto de los pájaros! Vos conocéis ese súbito estremecimiento de alas, esa confusión de gritos y gorjeos; ese balbuceante rumor de las voces; y todas las gotas tiemblan y resplandecen cual si el jardín fuera un mosaico fundido que centellea y va a desvanecerse; pero esto no forma todavía un todo; y un pájaro solitario canta junto a la ventana Yo escuché su canto. Yo perseguí a aquellos fantasmas. Yo vi a las Juanas, a las Doroteas, a las Miriams (he olvidado sus nombres) recorriendo aquellas avenidas, deteniéndose en medio de los puentes para mirar el río. Y, de entre el conjunto, se destacan dos o tres figuras precisas, dos o tres pájaros que cantaban junto a la ventana con el egoísmo extasiado de la juventud,
Las olas
Virginia Woolf
Las olas
Virginia Woolf
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