miércoles, febrero 28, 2007

Bela Lugosi, Biografía de una Metamorfosis (Edgar Lander)

El perfil del rostro es regular, a excepción de la barbilla un tanto prominente; las facciones son suaves (con el paso de los años se harán pesadas, hinchadas), los labios gruesos y muy colorados; la nariz, ancha, tiene agujeros espaciosos, el ojo es negro, la mirada algo tenebrosa y oscura los cabellos son lisos y negrísimos. Una débil sombra violeta encima de los labios es la única huella de los bigotes a lo húngaro, es decir, hacia arriba, que ha debido afeitar para no parecer anacrónico en el escenario.

Bela Lugosi, Biografía de una Metamorfosis
Edgar Lander

Nostalgia del presente (Jorge Luis Borges)

En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de una fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia.

Nostalgia del presente
Jorge Luis Borges

Los perros de Tesalónica (Kjell Askildsen)

Llegué al fiordo, a un pequeño café al aire libre, y me senté en una mesa a la orilla del agua. Pedí una cerveza y encendí un cigarrillo. Tenía calor, pero no me quité la chaqueta, pues suponía que la camisa tendría manchas de sudor en las axilas. Todos los demás clientes estaban a mis espaldas; delante de mí se extendía el fiordo y las lejanas colinas cubiertas de árboles. El murmullo de las voces y el suave gorgoteo del agua entre las piedras de la playa me sumió en un estado de ausencia adormecida. Mis pensamientos seguían caminos aparentemente carentes de lógica, y no eran desagradables, al contrario, sentía un inusual bienestar, y por eso resultó aún más incomprensible que de repente y sin ninguna transición perceptible me invadiera una sensación de angustioso abandono. Había algo absoluto, tanto en la angustia como en el abandono, algo que de alguna manera ponía el tiempo en suspenso. En realidad, no creo que pasaran más de unos cuantos segundos hasta que los sentidos se me corrigieron y me devolvieron al allí y al entonces.

Los perros de Tesalónica
Kjell Askildsen

Historia secreta de Costaguana (Juan Gabriel Vásquez)

Déjenlo todo en mis manos. Yo decidiré cuándo y cómo cuento lo que quiero contar, cuándo oculto, cuándo revelo, cuándo me pierdo en los recovecos de mi memoria por el mero placer de hacerlo. Aquí les hablaré de asesinatos inverosímiles y de ahorcamientos impredecibles, de elegantes declaraciones de guerra y desaliñados acuerdos de paz, de incendios y de inundaciones y de barcos intrigantes y trenes conspiradores; pero de alguna manera todo lo que les cuente a ustedes estará dirigido a explicar y explicarme, eslabón por eslabón, la cadena de sucesos que provocó el encuentro al que mi vida estaba predestinada.

Historia secreta de Costaguana
Juan Gabriel Vasquez

martes, febrero 27, 2007

El fado y el alma portuguesa (Fernando Pessoa)

Toda poesía—y la canción es una poesía ayudada—refleja lo que el alma no tiene. Por eso la canción de los pueblos tristes es alegre y la canción de los pueblos alegres es triste.
El fado, sin embargo, no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. Lo formuló el alma portuguesa cuando no existía y lo deseaba todo sin tener fuerza para desearlo.
Las almas fuertes lo atribuyen todo al Destino; sólo las débiles confían en la voluntad propia, porque ésta no existe.
El fado es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y también le abandonó.
En el fado los Dioses regresan legítimos y lejanos. Es ése el segundo sentido de la figura del Rey Don Sebastián.

El fado y el alma portuguesa
Fernando Pessoa

lunes, febrero 26, 2007

Agnes Agboton

Hubo un tiempo en que los escritores querían escribir como les habían enseñado los colonizadores en la escuela y el éxito de un escritor africano era que podía escribir ?como los colonizadores?. Pero esta fase ha pasado. Hoy hay una serie de escritores africanos que cogen la lengua del que fue colonizador y la trabaja, le da una forma muy particular, muy propia y la enriquece muchísimo, con expresiones y sentidos diferentes. Yo diría que saben hacer una doble literatura, capaz de gustar aquí y allí. Algo parecido pasa con los músicos. Por ejemplo Youssou N?dour o Ismael Lô hacen música diferente según si el público es africano o europeo, porqué los públicos piden cosas diferentes. Los músicos africanos hacen su música con raíces africanas para los africanos y después tomando la base africana adecúan su música al público europeo. Con los escritores pasa algo similar. Pero yo creo que si tenemos que comparar lo que escriben los europeos sobre África y lo que escriben los africanos sobre Europa creo que, en este sentido, la balanza está descompensada a favor del lado africano.
Escritora, Costa de Marfil

El oficio de vivir (Cesare Pavese)

Quien sufre está siempre en situación de espera -espera del sobresalto y espera del nuevo sobresalto. Llega un momento en que se prefiere la crisis del grito a su espera. Llega un momento en que se grita sin necesidad, con tal de romper la corriente del tiempo, con tal de sentir que ocurre algo, que la duración eterna del dolor bestial se ha interrumpido por un instante -aunque sea para intensificarse.
A veces nos asalta la sospecha de que la muerte -el infierno- seguirá consistiendo en el fluir de un dolor sin sobresaltos, sin voz, sin instantes, todo él tiempo y todo él eternidad, incesante como el fluir de la sangre en un cuerpo que ya no morirá.

El oficio de vivir
Cesare Pavese

viernes, febrero 23, 2007

Mi primer libro en inglés (Julien Green)

Casi todos los niños son poetas, es decir, tienen con frecuencia un sentido bastante profundo del misterio; están en un mundo un poco como extranjeros que llegan a un país en el que nunca habían puesto los pies, y miran a su alrededor con mucho asombro. El objetivo de la educación es hacer desaparecer poco a poco este asombro explicándole al niño el sentido de lo que lo asombra. Y poco a poco crece y se siente totalmente a gusto en un mundo en el que ya nada puede asombrarlo. Y así es como mueren los poetas.

Mi primer libro en inglés
Julien Green

Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (Allen Carr)

“¡Voy a curar al mundo de fumar!”
Estaba hablando con mi mujer. Ella pensó que me había vuelto loco, lo cual es comprensible, dado que cada dos años había sido testigo de mis serios intentos por dejar de fumar. Resulta más comprensible si se tiene en cuenta que mi último intento había terminado en un ataque de llanto, cuando comprendí que, una vez más, había sido derrotado después de seis meses de infierno. Lloraba porque sabía que si no lo lograba esta vez, sería fumador para el resto de mi vida, y había puesto tanto empeño que me di cuenta de que no podría volver a sufrir tanto. Su reacción resulta aún más comprensible cuando me oyó pronunciar esta frase, apenas apaqué mi último cigarrillo: “¡No sólo me curaré yo, sino que además curaré al resto del mundo!”.

Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo
Allen Carr

Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo (Blas Infante)

Unas bandas errantes, perseguidas con saña, pero sobre las cuales no pesa el anatema de la expulsión y de la muerte, vagan ahora de lugar en lugar y constituyen comunidades dirigidas por jerarcas y abiertas a todo desesperado peregrino, lanzado de la sociedad por la desgracia y el crimen. Basta cumplir un rito de iniciación para ingresar en ellos. Son los gitanos. Los hospitalarios gitanos errabundos, hermanos de todos los perseguidos. Los más desgraciados hijos de Dios, que diría Borrow. Hubo pues, necesidad de acogerse a ellos. A bandadas ingresaban aquellos andaluces, los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más bellas del mundo, ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado se dice "felahmengu"). ¿Comprendéis ahora porqué los gitanos de Andalucía constituyen, en decir de los escritores, el pueblo gitano más numeroso de la Tierra? ¿Comprendéis porqué el nombre flamenco no se ha usado en la literatura española hasta el siglo XIX y porqué, existiendo desde entonces, no trascendió al uso general? Comienza entonces la elaboración de lo flamenco por los andaluces desterrados o huidos en los montes de España. Esos hombres conservaban la música de la Patria, y esa música les sirvió para analizar su pena y para afirmar su espíritu: el ritmo lento, el agotamiento cromático.

Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo
Blas Infante

La música árabe y su influencia en la música española (Julián Ribera y Tarragó) (cadena transmisora)

La música popular medieval, española y europea, fuente de la que aún corre en boca de las gentes del pueblo; la música ficta que los cantollanistas juzgaban invención del diablo, delatando con su repugnancia el origen musulmán de las fascinadoras melodías, es, pues, la misma que escuchaban, fuera de sí por la emoción placentera, a través del velo o citara que ocultaba a los músicos, los califas de las Mil y una noches. Y la misma que los árabes tomaron de Bizancio y Persia, como éstos de Grecia y Roma. La cadena transmisora se ha restablecido. Así, mientras la conciencia científica se satisface con la única explicación posible, el gusto por la historia pintoresca se complace en ver al moro y al cristiano tañendo acorde, en idénticas vihuelas, las mismas antiquísimas tocatas.

La música árabe y su influencia en la música española
Julián Ribera y Tarragó

jueves, febrero 22, 2007

Blanco y negra (Javier Puebla)

Lánguidamente los ojos de África se dirigieron hacia la ventana: había dejado de llover y el sol brillaba con la potencia de mil bombas de cobalto. Pobre chica que ni siquiera sabía cuándo había nacido. ¿Pobre? Tal vez la pobre era ella, África Fernández, que sí lo sabía, y que se había dejado doblar el corazón por el puro peso numérico de la edad.

Blanco y negra
Javier Puebla

Tierra Sonámbula (Mia Couto)

Al final - dice el hechicero - quedará una mañana como ésta, llena de luz nueva. Y surgirán los dulces acordes de una canción, el recuerdo de una raíz profunda que no fueron capaces de arrancarnos. Y los supervivientes abrazarán la vida con el ingenuo entusiasmo de los enamorados. Todo eso se haría si llegásemos a ser capaces de desnudarnos de este tiempo que nos hizo animales. Dejad que muera el animal en que esta guerra nos convirtió

Tierra Sonámbula
Mia Couto

Dolores Claiborne (Stephen King)

Cuando abrí la puerta de la sala de estudio y me asomé, allí estaba ella, sentada en un pupitre junto a la ventana, con la cabeza inclinada sobre el libro de álgebra. Al principio no me vio y me la quedé mirando. No había caído en las malas compañías, tal como yo temía, pero igualmente se me partió el corazón, Andy, porque parecía como si hubiera caído en la ausencia total de compañía y a lo mejor eso era todavía peor. A lo mejor a su tutora le parecía que no había nada de malo en que una niña se quedara sola a estudiar en el colegio después de las clases; a lo mejor incluso le parecía admirable. En cambio, yo no lo veía admirable, ni siquiera saludable. No tenía compañías desagradables porque a los malos actores en Jonesport-Beals High los dejan en la biblioteca.
Debería haber estado con sus amigas, acaso escuchando discos o soñando con algún chico. Y en vez de eso estaba sentada bajo el polvoriento rayo de sol del atardecer, sentada entre aquel olor de tinta y de limpiasuelos y de aquel serrín rojo que tiran cuando se van los críos, con la cabeza tan cerca del libro que parecía que allí se desvelaran todos los secretos sobre la vida y la muerte.

Dolores Claiborne
Stephen King

Conrad en Latinoamérica (Edward W. Said)

Típicamente y con la implacable ironía que lo caracteriza, Conrad describe a Costaguana como un país que todo mundo trata de gobernar. En un principio era el país nativo de las tribus indias. Los indios se rindieron a los españoles. Luego vinieron los ingleses, que a su vez trajeron a los estadunidenses, representados por Holroyd, el financiero de San Francisco, con una mentalidad de misionero. Francia está representada por Martin Decaud, un nativo costaguanano que en París se había hecho periodista y un cínico hombre de mundo, y los hermanos Montero, un par de holgazanes y oportunistas militares que en París habían aprendido las artes de la conspiración y de la insurrección blanquista.
Italia también estaba en Costaguana representada por Giorgio Viola, un viejo garibaldiano que hizo campaña en Uruguay con su reverenciado líder, y ahora es un mesonero en Sulaco, y Gian Battista, conocido como Nostromo, un contramaestre genovés que había emigrado por una infracción marítima y llegó a ser líder de la variopinta población del puerto: estibadores, arrieros y desocupados.
[...]
Costaguana es tan volátil que la descripción que hace Conrad de su historia es una sarta de dictaduras, golpes de Estado y nuevas dictaduras.

Conrad en Latinoamérica
Edward W. Said

miércoles, febrero 21, 2007

De Cádiz y sus cantes (Fernando Quiñones)

Como se ha escrito atinadamente, los buenos artistas flamencos «tienen una categoría artística que en nada desmerece de las del gran pianista o el gran cantante».
La extensa galería que sigue no pretende ser exhaustiva; tampoco podría serlo, y no ya sólo por las restricciones de carácter critico que nos hemos impuesto, dando entrada en ella únicamente a artistas de reconocidas valía, pureza y clase, al mismo tiempo que rechazando sistemáticamente los de dudosa calidad. La escasez de documentación con respecto a los intérpretes antiguos, recorta también nuestro intento hasta limites cuya exacta importancia es muy difícil de calibrar.
[...]
Ningún artista, pues, ha sido incluido al puro y buen tuntún, y todos parecen formar parte de una larga y tumultuosa novela real que la vida escribió.

De Cádiz y sus cantes
Fernando Quiñones

Los gitanos, el flamenco y los flamencos (Rafael Lafuente)

Todos aquellos tránsfugas muestran ínfulas orgullosas. Los moriscos, a causa de su ilustre poderío perdido. Los judíos, porque se creen el pueblo elegido por Dios; los bandidos y mendigos castellanos, porque su raza se enseñorea del mundo. Y los gitanos, por su petulancia de pertenecer a una casta de sangre real cuya milenaria estirpe se remonta a los tiempos anteriores a Jesucristo.
Y desde este conjunto de locos orgullosos, surge, allá en las guaridas serranas, la aleación del estilo "flamenco“.

Los gitanos, el flamenco y los flamencos
Rafael Lafuente

El cante flamenco, entre las músicas gitanas y las tradiciones andaluzas (Ser flamenco) (Bernard Leblon)

Lo mismo que mozárabe quería decir arabizado, flamenco significa agitanado. Flamenco no es tan sólo un nombre para designar un cante, es una visión del mundo, una filosofía, un arte de vivir. Ser flamenco no es lo mismo que ser gitano. Ser flamenco es como formar parte de la Andalucía de Lorca, ser más gitano y más andaluz que Antoñito el Camborio o que Soledad Montoya, la de la pena negra (...). Ser flamenco, hoy, es hacer suya una cultura, una visión del mundo y un estilo de vida que no tendría ningún sentido si no se hubiese producido el encuentro histórico entre andaluces y gitanos.

El cante flamenco, entre las músicas gitanas y las tradiciones andaluzas (Ser flamenco)
Bernard Leblon

martes, febrero 20, 2007

Desde la infancia (Claire Brisset)

Durante mucho tiempo una anomalía estadística ha intrigado a los demógrafos. “Faltan ellas”. ¿Faltan ellas? Faltan las mujeres, sí, en la India, en Pakistán, en Bangladesh, en China… Faltan, en las estadísticas, en una cantidad que asciende a varias decenas de millones. La proporción entre hombres y mujeres, dicen los especialistas, no tiene sentido. ¿Se oculta a las mujeres, a las niñas? ¿Se tiene miedo de hacer el cálculo exacto de las que faltan en los países donde la natalidad es controlada?
[…]
No, ninguna de estas explicaciones, tan plausibles, era la verdadera. La realidad es mucho más sencilla, y los investigadores se han tenido que rendir a la evidencia. “Faltan ellas” porque están muertas.
Evidentemente, ante un panorama así hay pocas razones para ser optimista. Las niñas están a menudo convencidas de la legitimidad de esa discriminación de la que son las primeras víctimas, y a su vez trasmiten dicha convicción. El círculo se cerrará: la discriminación se perpetuará sin esfuerzo, y las niñas no tendrán nada que decir cuando se conviertan en mujeres.
A no ser que… a no ser que la escuela, los libros, la transmisión de otra manera de ser y de pensar vengan a perturbar, a molestar, a derribar esta montaña de injusticias.

Desde la infancia
Claire Brisset
Extraído de El Libro Negro de la Condición de Mujer

Las olas (Virginia Woolf)

Mi envoltura de cera se fundía, al azar, irregularmente, con grandes rayas goteando aquí y allá. A través de la tela transparente, comenzaba yo a percibir maravillosos paisajes de praderas vírgenes tan radiantes en un principio y llenas de una blancura de luna; campos de rosas, de azafranes, con serpientes y rocas; con cosas negras y manchadas; trampas y obstáculos. Uno salta del lecho, abre la ventana, ¡qué clamor el del canto de los pájaros! Vos conocéis ese súbito estremecimiento de alas, esa confusión de gritos y gorjeos; ese balbuceante rumor de las voces; y todas las gotas tiemblan y resplandecen cual si el jardín fuera un mosaico fundido que centellea y va a desvanecerse; pero esto no forma todavía un todo; y un pájaro solitario canta junto a la ventana Yo escuché su canto. Yo perseguí a aquellos fantasmas. Yo vi a las Juanas, a las Doroteas, a las Miriams (he olvidado sus nombres) recorriendo aquellas avenidas, deteniéndose en medio de los puentes para mirar el río. Y, de entre el conjunto, se destacan dos o tres figuras precisas, dos o tres pájaros que cantaban junto a la ventana con el egoísmo extasiado de la juventud,

Las olas
Virginia Woolf

El cante flamenco, entre las músicas gitanas y las tradiciones andaluzas (Transcultural) (Bernard Leblond)

Somos testigos de un fenómeno transcultural, ya que el contacto de dos culturas musicales como la gitana y la andaluza hace surgir una tercera totalmente nueva y desconocida hasta entonces: La Flamenca. Sabemos que un proceso parecido no puede producirse mas que en Andalucía, pero el carácter incomparable del flamenco viene, muy probablemente, de la extraordinaria riqueza de la herencia Andalusi y del hecho de que las afinidades con las tradiciones orientales del pueblo gitano fueron aquí mucho más determinantes que en todos los otros países occidentales.

El cante flamenco, entre las músicas gitanas y las tradiciones andaluzas
Bernard Leblond

lunes, febrero 19, 2007

Entrevista con el vampiro (Huida) (Anne Rice)

Recuerdo que él parecía imparable, invulnerable a los golpes. El calor, por entonces, deshacía mis ropas y había hecho presa del vestido de Claudia; la subí a mis brazos y corrí por el pasillo tratando de apagar las llamas con mi cuerpo. Recuerdo haberme sacado el abrigo y golpeado las llamas en el espacio abierto; unos hombres pasaron a mi lado corriendo y subieron las escaleras. Una gran multitud llenaba la entrada del patio y alguien estaba en el techo de la cocina de ladrillos. Yo tenía a Claudia en mis brazos y pasé corriendo entre la gente, ignoré las preguntas, empujándolos, haciéndoles abrir paso. Y entonces quedé libre, solo con ella, oyéndola respirar agitada y sollozarme al oído, corriendo enceguecido por la rué Royale, por la primera calleja lateral, corriendo y corriendo hasta que no hubo otro sonido que el de mis pasos. Y el de su aliento. Y nos quedamos allí, el hombre y la niña, chamuscados y doloridos y respirando hondo en la quietud de la noche.

Entrevista con el vampiro
Anne Rice

Gog [Novísimas Ciudades] (Giovanni Papini)

He de proponerle la más original de todas las ciudades: la Ciudad Camposanto. Ésta constituiría una práctica y sugestiva armonía entre la vida y la muerte. Las tumbas deberían ser espaciosas y aireadas con objeto de pudiesen albergar juntos a los vivos y a los difuntos. Las capillas de la nobleza podrían ser transformadas oportunamente en salas para banquetes en común y una parte del horno crematorio podría ser destinado a cocina colectiva. Cada familia podría tener con ella a sus muertos, encajonados en los nichos de las paredes, y de este modo se haría más agradable el culto a los difuntos... He pensado también que se podría construir en el centro, para Palacio del Ayuntamiento, un esqueleto gigantesco de mármol amarillo. En la columna vertebral colocaría la escalera, y el cráneo, enorme, serviría de sala: ¡imagínese a los concejales asomándose por las cuencas vacías, que servirían de ventanas, y al alcalde que se presenta, para hablar a la multitud, asomándose por encima de los dientes convertidos en barandilla!

Novísimas Ciudades, extraído de Gog
Giovanni Papini

El misterio de Marie Roget, de La trilogía Dupin (Edgar Allan Poe)

Debemos tener en cuenta que, en general, nuestros periódicos se proponen fines sensacionalistas y triunfos personales mucho más que servir la causa de la verdad. Este último objetivo solamente es perseguido cuando coincide con los anteriores, El diario que se conforma con la opinión general (por bien fundada que esté) no logra los sufragios de la multitud. La masa popular sólo considera profundo aquello que está en abierta contradicción con las nociones generales. Tanto en el raciocinio como en la literatura, el epigrama obtiene la aprobación inmediata y universal. Y en ambos casos se halla en lo más bajo de la escala de méritos.

El misterio de Marie Roget, de La trilogía Dupin
Edgar Allan Poe

miércoles, febrero 14, 2007

Notas de andar y ver (José Ortega y Gasset) [Lo esencial]

Cuando no sabemos bien qué hacer, lo mejor que podemos hacer es ser sinceros, esto es, cumplir con intensidad la tarea que la hora nos presenta. Si lo hacemos hondamente, seriamente, estemos seguros de que toparemos con algo esencial. Y lo esencial es siempre actual.

Notas de andar y ver
José Ortega y Gasset

Las desventuras del joven Werther (Goethe)

Muchas veces se ha dicho que la vida humana no es más que un sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una existencia efímera y que toda la tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa que una resignación meditabunda, ya que nos entretenemos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos aprisionan... Todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de presentimientos y de deseos sin formular, que de realidades y de fuerzas vivas. Y entonces mis sentidos se nublan y sigo por el mundo con mi sonrisa de ensueño.

Las desventuras del joven Werther
Goethe

En el camino (Jack Kerouac)

... yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un '¡Ahhh!'...

En el camino
Jack Kerouac

El último día (Hans Christian Andersen)

- ¡Ahí tienes la vida humana! -dijo el ángel de la muerte.
Todos los personajes iban más o menos disfrazados; no todos los que vestían de seda y oro eran los más nobles y poderosos, ni todos los que se cubrían con el ropaje de la pobreza eran los más bajos e insignificantes. Era una mascarada asombrosa, y lo más sorprendente de ella era que todos se esforzaban cuidadosamente en ocultar algo debajo de sus vestidos; pero uno tiraba del otro para dejar aquello a la vista, y entonces asomaba una cabeza de animal: en uno, la de un mono, con su risa sardónica; en otro, la de un feo chivo, de una viscosa serpiente o de un macilento pez.
Era la bestia que todos llevamos dentro, la que arraiga en el hombre; y pegaba saltos, queriendo avanzar, y cada uno la sujetaba, con sus ropas, mientras los demás la apartaban, diciendo: «¡Mira! ¡Ahí está, ahí está!», y cada uno ponía al descubierto la miseria del otro.

El último día
Hans Christian Andersen

La danza de la realidad (Alejandro Jodorowsky)

Su cuarto era pequeño, su cama estrecha, su armario enano. Sin embargo aquello estaba convertido en un palacio: Lihn, con letras menudas, llenas de ángulos, había cubierto las paredes y el techo de poemas. También los postigos y los cristales de la ventana, los muebles, la puerta, las tablas del suelo, el pergamino de la lámpara. Y a esto se le agregaban montones de hojas manuscritas, versos cubriendo el blanco de los libros; billetes de tranvía, boletos de cine, servilletas de papel, conteniendo a duras penas sus versos. Me sentí sumergido en un compacto mar de letras. Donde posaba mi mirada surgía un canto torturado pero hermoso.
- ¡Qué lástima, Enrique, esta obra maravillosa se va a perder!
- No importa: los sueños también se pierden y nosotros mismos, poco a poco, nos disolvemos. La poesía, sombra de un águila que vuela hacia el sol, no puede dejar huellas en la tierra. La oración que más complace a los dioses es el sacrificio. Un poema llega a su perfección, cual ave Fénix, cuando arde...

La danza de la realidad
Alejandro Jodorowsky

Una mirada atrás (Edith Wharton)

La vejez no existe; sólo existe la pena. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, aunque cierto, no es toda la verdad. Otro generador de vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía. Afortunadamente, la vida inconsecuente no es la única alternativa, pues tan ruinoso como la rutina es el capricho. El hábito es necesario; es el hábito de tener hábitos, de convertir una vereda en camino trillado, lo que una debe combatir incesantemente si quiere continuar viva.

Una mirada atrás
Edith Wharton

Don Quijote del engaño (Giovanni Papini)

Grande es la potencia del genio aunque esté contenido en la carne de un heridor, soldado, esclavo, contable, aventurero y preso; en un Miguel poeta andante y cortesano necesitado. Así pudo engañarnos la sombra consistente de Don Quijote. Hemos creído que su vida era un engaño y que él fue el traicionado por los hombres comedores de carne, por los tiempos debilitados y por los libros imposibles. Su vida fue verdaderamente engañosa, pero el engañador, el ficticio, fue él, y los traicionados, hasta ahora, hemos sido nosotros. Miguel hace de todo para ponernos delante – marioneta larguirucha armada de hierro viejo y de obsesión – un Don Quijote enloquecido por las malas lecturas, un Don Quijote engrandecido por su sabiduría discursiva y más aún por su demencia imitadora; un Don Quijote al que los nacidos después han podido adorar, mística víctima de un cristianismo puro, armado y burlado, lleno de odio por la vida universal y eterna de los paganos bautizados, para los que la regla es verdad; la pereza, sabiduría; la comodidad, bondad; el pan y la pitanza, única esencia reconocible de los días. Todo heterodoxo de la ley vulgar se ha tenido por caballero y ha sentido sobre sus propias espaldas los palos que dieron con él en tierra. En aquella serena sabiduría antigua, en aquel vano amor por el bien, vieron casi un reflejo de Sócrates, que tuvo que morir por voluntad de los hombres, porque era mejor que todos los hombres.

Don Quijote del engaño
Giovanni Papini

Utopía (Tomás Moro)

Tengo por nefastos y bochornosos todos los consejos que acaban ustedes de dar al rey, para quien la gloria y la seguridad consisten en enriquecer a su pueblo más que a sí mismo. Los hombres hicieron a los reyes para su propio bien, no para el de éstos; para poder vivir tranquilamente de su trabajo y sus afanes al abrigo de contratiempos. Es, pues, deber del soberano velar más por la prosperidad de su pueblo que por su felicidad personal, como el pastor, que tiene que cuidar de su rebaño y no de sí mismo, que para eso es pastor. Cometen una gran equivocación quienes se figuran que la miseria del pueblo es garantía de paz para el Estado, ya que ¿dónde abundan más las rencillas que entre los mendigos? ¿Quién se afana con mayor deseo en cambiar el orden social que quien está disconforme con su condición presente? Y ¿no es el más atrevido de los rebeldes quien espera ganar algo porque ya no tiene nada que perder?

Utopía
Tomás Moro

La Odisea (Homero)

Momentos más tarde subimos a la nave, soltamos las amarras y zarpamos con próspero viento. Pronto llegamos cerca de la isla de las Sirenas. Corté entonces con el duro bronce un pan de cera y, ablandándola al sol, tapé con ella los oídos de mis compañeros, ordenándoles que me ataran al mástil. Así lo hicieron ellos. Cuando las Sirenas advirtieron la presencia de la nave comenzaron a entonar un canto que decía: "¡Oh célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Detén la nave y acércate para que oigas nuestra voz, pues nosotras sabemos cuántas fatigas padecieron aqueos y troyanos por voluntad de los dioses".
Era tan dulce la voz que no pude resistir el deseo de oírlas de más cerca e hice señas a mis compañeros de que me desataran. Pero, siguiendo las instrucciones que por anticipado les di, me ataron al mástil más fuertemente con nuevos cordeles.

La Odisea
Homero

Snorri Sturluson (Jorge Luis Borges)

Tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,

sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.

En la noche de Islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces

el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.

Snorri Sturluson
Jorge Luis Borges

La alucinación de Gylfi (Snorri Sturluson)

Norvi o Narfi es el nombre de un gigante que moraba en Jotunheimr. Tenía una hija llamada Noche... Era oscura y morena como convenía a su raza. Fue dada al hombre que se llama Naglfari. Su hijo fue Audr. Después ella se desposó con aquel llamado Annarr. Jorth, la Tierra, fue su hija. Por último la tuvo Dellingr, que era de la estirpe de los Aesir. Su hijo fue Dagr, resplandeciente y claro como su padre. Entonces Odín, Padre de todo, tomó a Nott, Noche, y a Dagr, su hijo, y les dio dos carros y dos caballos y los mandó hacia el cielo para que cabalgaran en torno a la tierra dos veces cada día. El caballo que tiene Dagr se llama Skinfaxi y alumbra con su crin toda la tierra. Por su parte Nott cabalga delante con el caballo llamado Hrímfaxi, y cada mañana moja la tierra con la espuma que cae del freno.

La alucinación de Gylfi
Snorri Sturluson

El aciago demiurgo (Emile Cioran)

El futuro, ese precipicio, me aterra hasta tal punto que me gustaría ver desaparecer hasta la idea de él. Pues es el fondo de esta idea, mucho más que el deslizamiento hacia el abismo que encubre, lo que me angustia y me impide saborear el presente.
Mi razón se tambalea ante todo lo que llega, ante todo lo que debe llegar. No es lo que me espera, es la espera en sí, es la inminencia como tal, lo que me roe y me espanta. Para hallar un simulacro de paz necesito aferrarme a un tiempo sin mañana, a un tiempo decapitado.

El aciago demiurgo
Emile Cioran

El ruido y la furia (William Faulkner)

Cuando la sombra del marco de la ventana se proyectó sobre las cortinas, eran entre las siete y las ocho en punto y entonces me volví a encontrar a compás, escuchando el reloj. Era el del Abuelo y cuando padre me lo dio dijo, Quentin te entrego el mausoleo de toda esperanza y deseo; casi resulta intolerablemente apropiado que lo utilices para alcanzar el reducto absurdum de toda experiencia humana adaptándolo a tus necesidades del mismo modo que se adaptó a las suyas o a las de su padre. Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles.
Lo dijo Padre. Que Cristo no fue crucificado: fue desgastado por el diminuto tictac de unas ruedecillas.

El ruido y la furia
William Faulkner

martes, febrero 13, 2007

Los calaveras (Mariano José de Larra)

Baila bien y baila siempre. Cuenta anécdotas picantes, le suceden cosas raras, habla de prisa y tiene salidas. Todo el mundo sabe lo que es tener salidas. Las suyas se cuentan por todas partes; siempre son originales; en los casos en que él se ha visto, sólo él hubiera hecho, hubiera respondido aquello. Cuando ha dicho una gracia tiene el singular tino de marcharse inmediatamente; esto prueba gran conocimiento; la última impresión es la mejor de esta suerte, y todos pueden quedar riendo y diciendo además de él: ¡Qué cabeza! ¡Es mucho Fulano!
No tiene formalidad, ni vuelve visitas, ni cumple palabras; pero de él es de quien se dice: ¡Cosas de Fulano! y el hombre que llega a tener “cosas” es libre, es independiente.

Los calaveras
Mariano José de Larra

Los ojos del hermano eterno (Stefan Zweig)

Desde el rellano más alto de la firme escalera rosada a la sombra del palacio, Virata administró justicia en nombre del rey, desde la salida a la puesta del Sol. Su mirada clara penetraba en la conciencia del culpable y sus preguntas ahondaban en el delito con la perseverancia de un tejón en la negra madriguera. Severo, pero nunca precipitado, ponía el espacio refrigerante de una noche entre el interrogatorio y el fallo. Oíanle los suyos a menudo, en las largas horas hasta la salida del Sol, andar inquieto en las azoteas, meditando sobre lo justo y lo injusto. Y antes de juzgar metía en el agua las manos y la frente para que su sentencia se purificara del calor de la pasión. Cuando la había formulado, nunca dejaba de preguntar al reo si tal vez había caído en error; pero era raro que alguien le impugnase; mudos, besaban el umbral de su cátedra y aceptaban la pena con la cabeza inclinada, como si saliera de la boca de Dios. Pero la sentencia de Virata nunca era de muerte ni aun para los más culpables, y se guardaba de quienes se lo reprochaban. Porque tenía aversión a la sangre. La fuente redonda de los antepasados de Rajpuna, sobre cuyo borde el verdugo doblaba los cuellos para el golpe mortal, y cuyas piedras se habían oscurecido de la sangre vertida, volvió a quedar blanca bajo la lluvia de los años.

Los ojos del hermano eterno
Stefan Zweig

Los Hamlet (Xenia Norton)

El romanticismo ha sobrevaluado el papel heroico de Hamlet.
Hamlet tiene una verdad, que es "la" verdad. Con ella se enfrenta al poderoso usurpador y farsante, o a lo que desde su punto de vista sería un poderoso, usurpador, y farsante. Hamlet le pone el cuerpo a su verdad. Pone su voz, su cara, y por consiguiente su cuerpo, en el lugar de la Ley. Hamlet es el vengador sin la venganza: es la escena de la venganza. Hamlet encarna aquello el ganador ha tenido que reprimir para poder ganar y que, como todo lo reprimido, retorna. No cesa de retornar. No cesará de retornar jamás.
La de Hamlet es una vida desperdiciada.

Los Hamlet
Xenia Norton

El inmenso viaje (Loren Eiseley)

No existe en ningún otro lugar del espacio ni en otros mundos hombres con quienes compartir nuestra soledad. Puede que exista el saber, puede que exista el poder; puede que en algún lugar del espacio unos magníficos instrumentos contemplen vanamente nues­tra nube flotante y sus ocupantes estén ansiosos como lo estamos nosotros. No obstante, en la naturaleza de la vida y en los principios de la evolución hemos teni­do nuestra respuesta. De los hombres de otra proce­dencia, no habrá jamás ninguna.

El inmenso viaje
Loren Eiseley

Curso de Literatura Rusa (Vladimir Nabokov)

Un sentimental puede ser una perfecta bestia en sus ratos libres. Una persona sensible no será nunca cruel. El sentimental Rousseau, a quien se le saltaban las lágrimas ante una idea progresista, distribuyó sus muchos hijos naturales entre diversos hospicios y asilos, y jamás se ocupó de ellos. Una solterona sentimental puede mimar a su loro y envenenar a su sobrina. El político sentimental puede acordarse del día de la madre y aniquilar implacablemente a un rival. A Stalin le encantaban los niños. Lenin lloraba en la ópera, sobre todo en La Traviata. Todo un siglo de autores cantaron la vida sencilla de los pobres. Por autores sentimentales nos referimos a la exageración no artística de emociones corrientes, que pretende provocar automáticamente la compasión tradicional en el lector.

Curso de Literatura Rusa
Vladimir Nabokov

Terra nostra (Carlos Fuentes)

Increíble el primer animal que soñó con otro animal. Monstruoso el primer vertebrado que logró incorporarse sobre dos pies y así esparció el terror entre las bestias normales que aún se arrastraban, con alegre y natural cercanía, por el fango creador. Asombrosos el primer telefonazo, el primer hervor, la primera canción y el primer taparrabos. Hacia las cuatro de la mañana de un catorce de julio, Polo Febo, dormido en su alta bohardilla de puerta y ventanas abiertas, soñó lo anterior y se disponía a contestarse a sí mismo.

Terra nostra
Carlos Fuentes

[Razonar y convencer] (Santiago Ramón y Cajal)

Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!

Santiago Ramón y Cajal

[Ociosidad] (Anthony Burgess)

Suspendidos, como estamos, entre dos eternidades de ociosidad, no tenemos excusa para permanecer ociosos ahora.

Anthony Burgess

Elogio del infinito (Philippe Sollers)

No es lo escrito lo que está amenazado hoy día, sino el sistema nervioso central capaz de utilizarlo. En realidad, la crisis se presenta primero al interior de las elites. Son los responsables de lo escrito quienes están en caída libre: sus propietarios, sus agentes de transmisión, su clero. Nada más fácil de verificar. Un cura, por ejemplo, ignora su Biblia. Un filósofo no sabe muy bien lo que Nietzsche o Hegel han dicho. Un crítico literario es incapaz de distinguir un libro bien escrito de un volumen repleto de clichés. Un escritor profesional, más o menos embrutecido por la vida convencional que lleva, se contenta con volver a publicar, salvo con algunas variantes, el mismo libro. Un poeta está satisfecho con que se lo llame de esa manera, pero se vería en la imposibilidad de recitar de memoria diez versos de Baudelaire. Un periodista, a fuerza de leer los diarios para volver a copiarlos, no descifra más que la disminuida escritura periodística. Un editor, obsesionado por la lista de las mejores ventas, se olvida de abrir un libro durante el fin de semana, como lo demandaría su oficio. Todo el mundo cree saber un poco sobre casi todo. La verdadera causa es la inmensa, la inconcebible pereza de los funcionarios culturales. Entiéndase: funcionarios, editores, escritores, periodistas. Están ahí, cómodos, atiborrados de buenos pensamientos y de sermones democráticos, sabiamente anti-intelectuales (ya que los intelectuales se han equivocado siempre), satisfechos de su avance social, arribados providencialmente, y decididos a que no se mueva nada.

Elogio del infinito
Philippe Sollers

Los pasos perdidos (Alejo Carpentier)

Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema.
Los pasos perdidos
Alejo Carpentier

Diccionario del diablo (Ambrose Bierce) [Optimismo]

OPTIMISMO:
Doctrina o creencia que sostiene que todo es hermoso, incluyendo lo que es feo, que todo es bueno, especialmente lo malo, y que es correcto lo que no lo es. Es defendida con gran tenacidad por aquellos más que acostumbrados a vivir en la adversidad, y que encuentran muy aceptable exponerla con una mueca que simula una sonrisa. Al ser una fe ciega, es inmune a la luz de la refutación. Dada su naturaleza intelectual, no existe otra cura que la muerte. Es hereditaria, pero afortunadamente no contagiosa.
Diccionario del diablo
Ambrose Bierce

En busca del tiempo perdido (Marcel Proust) [Por la parte de Swann]

... nunca se resignaba a comprar algo de lo que no se pudiera obtener un provecho intelectual y sobre todo el que nos procuran las cosas bellas al enseñarnos a buscar deleites distintos de las satisfacciones debidas al bienestar y a la vanidad.
Por la parte de Swann, de En busca del tiempo perdido
Marcel Proust

Notas de una vida (Conde de Romanones)

Canalejas dejaba correr a borbotones lo que constituía uno de sus mayores defectos: la malignidad; malignidad, en el fondo, inocente, inspirada no por la intención de hacer daño, sino por el deseo de que la risa siguiera a sus punzantes gracias. Maestro como pocos en el arte de la imitación, no tenía rival para imitar la voz, el ademán y el gesto de aquellos a quienes hacía blanco de su ingenio, poniéndolos a veces en ridículo.
Notas de una vida
Conde de Romanones

En una Ciudad Llamada San Juan (René Marqués) [La Sala]

Con lo mucho que cuesta la libertad, y lo mucho que duele no tenerla, y lo mucho que se arriesga en defenderla, y lo poco que la aprecian los hombres sin espíritu, que son la mayoría, los que proclaman la igualdad del hombre y matan su libertad... Porque la libertad no la piden los pueblos, sino los hombres, aunque no tengan su día libre, ni muchos días, sino diez años en prisión... Y es preciso repetirlo tanto, mil veces quizás, porque la realidad se escapa siempre, y hay que apresarla, violentarla, para que se entregue toda y no se finja sueño, o quimera, o ardid de un mago infernal... Con qué facilidad se agotan las palabras. Y cuánto desamparo en los silencios que nada tienen que expresar.

La Sala, de En una Ciudad Llamada San Juan
René Marqués

Ecos de París (Eça de Queirós)

El hombre no apetece realmente ser libre, sólo desea que no le llamen esclavo. Con tal de que su libertad aparezca recogida en letras de molde, en cualquier parte, en una Constitución o en los muros de los edificios, se queda contento y no exige que esa libertad se traduzca en hechos reales. Le basta con la divisa. Cualquier república puede convertirse en el más rígido despotismo con tal de que siga denominándose “República”. Nerón, intolerable bajo el nombre de Emperador, es mayoritariamente consentido bajo el nombre de Presidente. En materia social es la etiqueta impresa en la botella la que determina la calidad y el sabor del vino. El gobierno de las sociedades, por lo tanto, parece ser en lo esencial una cuestión de léxico. El mejor medio de dirigir a los hombres sea tal vez gritarles con entusiasmo: “¡¡Sois libres!!”, para después, con un tremendo zurriago, a la manera de Jerjes, obligarlos a marchar. Y marchan contentos, bajo el chasquido del látigo, sin pensar ni desear otra cosa, porque la palabra esencial ha sido pronunciada, ellos son libres, y allí está Jerjes, en su carro de oro, para desear y pensar por ellos.
Ecos de París
Eça de Queirós

Una Bestia llamada Aleister Crowley (Eduardo Berti)

A fines de los años ‘60, los Beatles editaron Sargeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band, uno de los discos clave de la cultura rock y la psicodelia, e instauraron la tradición de los “álbumes conceptuales”, en los que una idea central atravesaba y unía las diferentes canciones. Además de un mero rejunte de temas, un disco pop podía ser también una obra cerrada y coherente. Para subrayar este “concepto organizador”, el arte de tapa era fundamental; de allí que los propios músicos intervinieran usualmente en su diseño y realización. En el caso de Sargeant Pepper, fue el propio Paul McCartney quien tuvo la idea de cubierta: los cuatro Beatles retratados entre grandes fotografías de sus ídolos y héroes de adolescencia.
McCartney estableció una primera lista con los nombres de William Burroughs, H. G. Wells, Karl Marx, Fred Astaire y Carl Jung, entre otros. Luego les pidió a sus compañeros de grupo que aportasen otros candidatos. La lista más controvertida fue la de John Lennon: Adolf Hitler (finalmente removido), Lenny Bruce, Dylan Thomas, Oscar Wilde, Friedrich Nietzsche, el Marqués de Sade... y un tal Aleister Crowley, un autodenominado poeta y mago negro que se ganó de este modo un apretado lugar al lado de uno de los tantos gurúes indios sugeridos por George Harrison.

Una Bestia llamada Aleister Crowley
Eduardo Berti

Al azar de los recuerdos: ‘Rosa quo Locorum’ (Robert Louis Stevenson)

Cuando se pasa de la literatura que se escucha a la literatura que se lee, se realiza un acto importante y peligroso. No son pocos los que pierden, creo, una gran proporción de su placer... desde ese momento leen únicamente con los ojos y nunca más vuelven a oír la melodía de las palabras bellas o la marcha del período majestuoso... Pero es un acto peligroso para todos; implica madurar; se podría decir que es un segundo destete. En el pasado elegían los demás; elegían, asimilaban, leían en alta voz para nosotros y cantaban en el tono adecuado a su voz, los libros de la niñez. En el futuro sólo podemos acercarnos a las silenciosas, inexpresivas letras de imprenta, como pioneros; y la elección de nuestras lecturas depende de nosotros de ahí en adelante.
Al azar de los recuerdos: ‘Rosa quo Locorum’
Robert Louis Stevenson

Escenas Andaluzas [Sevilla] (Serafín Estébanez Calderón, ”El solitario”)

De todo aquel país, Sevilla es la depositaria de los universos recuerdos de este género, el taller donde se funden, modifican y recomponen en otros nuevos los bailes antiguos, y la universidad donde se aprenden las gracias inimitables, la sal sin cuento, las dulcísimas actitudes, los vistosos volteos y los quiebros delicados del baile andaluz. En vano es que de las dos Indias lleguen a Cádiz nuevos cantares y bailes de distinta aunque siempre de sabrosa y lasciva prosapia; jamás se aclimatarán, si antes, pasando por Sevilla, no dejan en vil sedimento lo demasiado torpe y lo muy fastidioso y monótono, a fuerza de ser exagerado. Saliendo un baile de la escuela de Sevilla, como de un crisol, puro y vestido a la andaluza, pronto se deja conocer y es admitido de Tarifa a Almería y desde Córdoba a Málaga y Ronda.
Escenas Andaluzas
Serafín Estébanez Calderón, ”El solitario”

lunes, febrero 12, 2007

Fábulas y Leyendas de la Mar (Álvaro Cunqueiro) [Las bestias del Tenebroso]

Conviene decir que los gallegos estamos asustados –los gallegos del litoral, del Finisterrae-, porque de nuevo en el océano Atlántico, en el mar Tenebroso, han aparecido grandes bestias. [...] Ni la tan discutida serpiente de mar ha sido vista desde la guerra submarina de los años 14-18, ni ningún Kraken, ese pulpo gigante inventado por un obispo sueco y capaz de retener entre sus largos y poderosos tentáculos un bergantín, ha sido reconocido modernamente. De sirenas, ya ni hablar... Los americanos inventan tiburones para sus películas y eso es todo. Pero en estos últimos tiempos han surgido otras bestias: los grandes petroleros. Animales frágiles, que se rompen fácilmente, o se revientan, y entonces vierten en el mar el contenido de sus enormes vientres, un líquido mortal que da muerte a los peces y a las aves marinas, y se tiende como un manto negro por las blancas playas, y embadurna las rocas, y siembra la muerte allí donde se posa...

Las bestias del Tenebroso, de Fábulas y Leyendas de la Mar
Álvaro Cunqueiro

El Kraken (Alfred Tennyson)

Bajo los truenos de las superficie, en las honduras del mar abismal, el Kraken duerme su antiguo, no invadido sueño sin sueños. Pálidos reflejos se agitan alrededor de su oscura forma; vastas esponjas de milenario crecimiento y altura se inflan sobre él, y en lo profundo de la luz enfermiza, pulpos innumerables y enormes baten con brazos gigantescos la verdosa inmovilidad, desde secretas celdas y grutas maravillosas. Yace ahí desde siglos, y yacerá, cebándose dormido de inmensos gusanos marinos hasta que el fuego del Juicio Final caliente el abismo. Entonces, para ser visto una sola vez por hombres y por ángeles, rugiendo surgirá y morirá en la superficie.
El Kraken
Alfred Tennyson

Universo mestizo (Lola Delgado y Javier Lozano)

Así es la vida de los “mestizos” que nos cruzamos por la calle, de nuestros vecinos y de nuestros compañeros de trabajo. De quienes nos atienden detrás de un mostrador en una tienda o nos hacen más alegre un paseo de domingo por la calle con su música. Del camarero que nos sirve en un restaurante y del actor que nos ayuda a soñar en el teatro. Del fontanero que nos arregla el grifo, o del albañil que construyó nuestra casa. Del señor con el que nos topamos todos los días en el metro o de la figurinista que viste a los actores de época de nuestras películas favoritas… o de los niños que suben al autobús cuando salen de su aula mestiza. O del científico que trabaja mirando a los astros… Así es su vida… así es nuestra vida.
Lola Delgado y Javier Lozano

Ritratti su misura (Elio Filippo Accrocca)

Amo la vida ferozmente, tan desesperadamente que nada me satisface: hablo de los datos físicos de la vida, el sol, la hierba, la juventud... yo devoro, devoro, devoro. Cómo terminaré, no lo sé.
Pier Paolo Pasolini en Ritratti su misura
Elio Filippo Accrocca

Fahrenheit 451 (Ray Bradbury)

Es algo obvio. Hay más de un modo de quemar un libro. Y el mundo está lleno de gente que corre alrededor con cerillas encendidas. Cada minoría, sea baptista, Unitaria, irlandesa/ italiana/ octogenaria/ budista Zen, Sionista, adventista del Séptimo Día, Feminista/ Republicana, Mattachina, o de la Iglesia de Dios Universal, siente que tiene la voluntad, el derecho, el deber de empapar de keroseno, de encender el fusible. Cada estúpido redactor que se ve como la fuente de toda la literatura ácima del maná de las insípidas gachas de avena del llano, lame su guillotina y le echa el ojo al cuello de cualquier autor que se atreva a hablar más alto que un susurro o a escribir algo más que una rima de guardería.

Coda a Fahrenheit 451
Ray Bradbury
(Traducción no jurada, lo juro)

La carta contada (Alonso Bayona)

Diccionarios, enciclopedias, tratados de filosofía, de amor, de literatura y de psicología no pudieron resolver el problema. Y entonces solicité que se me permitieran seis horas diarias de investigación sobre el tema, en la biblioteca de la ciudad más cercana. Repletos de amor por el idioma y por mi rehabilitación, me concedieron el permiso de salida sin restricciones. Obviamente, hijo mío, tres días después cruzaba yo la frontera hacia donde me encuentro ahora, usufructuando mi palabra y la ingenuidad ajena, como lo he hecho desde que tu padre nos abandonó. Mentira, hijo, mentira. Aún soy una reclusa. Perdona si te he causado una falsa alegría o una grave preocupación. He querido hacerte ver que los presidiarios-penitentes no necesitamos que nos cuenten las palabras porque nuestras mentes escriben cartas destinadas a ellas mismas, sin limitaciones de tiempo, de espacio o de contenido. Así podemos vivir nuestra vida.

La carta contada
Alonso Bayona

La revolución pop [Pablo Pérez Mínguez] (Jesús Ordovás)

En esa época estaba todo el mundo junto. El piso en el que hacíamos Pancoca se lo teníamos alquilado a un amigo, y en el piso de abajo estaba Pablo Pérez Mínguez con Almodóvar rodando Laberinto de Pasiones. Eso era en la calle Montesquinza, que es una calle tremendamente burguesa y elegante de Madrid, y allí llegaban los grupos vestidos con chupas de cuero llenas de imperdibles y se encontraban en la puerta con un portero de librea. Era muy gracioso ver aquellos contrastes.

La Revolución Pop
Jesús Ordovás

Lolita (Vladimir Nabokov)

No tengo la intención de glorificar a “Humbert Humbert”. Sin duda, es un hombre abominable, abyecto, un ejemplo flagrante de lepra moral, una mezcla de ferocidad y jocosidad que acaso revele una suprema desdicha, pero que no puede ejercer atracción. Su capricho llega a la extravagancia. Muchas de sus opiniones formuladas aquí y allá sobre las gentes y el paisaje de este país son ridículas. Cierta desesperada honradez que vibra en su confesión no lo absuelve de pecados de diabólica astucia. Es un anormal. No es un caballero. Pero, ¡con qué magia su violín armonioso conjura en nosotros una ternura, una compasión hacia Lolita que nos entrega a la fascinación del libro, al propio tiempo que abominamos de su autor!

Prólogo de John Ray a Lolita
Vladimir Nabokov

Los Cuentos de Canterbury (Geoffrey Chaucer)

La mala suerte ha sido. Estoy tan acostumbrado a soplar el fuego que esto, supongo, ha cambiado el color de mi rostro. Yo no suelo mirarme en los espejos, sino que fatigosamente trabajo en intentar transmutar metales. Nosotros andamos siempre desviados y contemplamos el fuego sin parar, pero a pesar de toda nuestra esperanza jamás logramos nuestro deseo. A muchos engañamos y a otros pedimos prestado, algo como una libra o dos, o diez, o doce y aún mayores cantidades, y así les hacemos creer que doblaremos su dinero al menos. Pero todo es falso, porque, aunque nuestros deseos son buenos, no pueden realizarse, y desde luego no por falta de ensayos. Sin embargo, la ciencia de la alquimia está tan lejos de nosotros que no somos capaces de alcanzarla, y, digamos nosotros lo que sea, ella acaba siempre por deslizarse hasta que nos convierte en mendigos.

Los Cuentos de Canterbury - Cuento del criado del canónigo
Geoffrey Chaucer

Blanco sobre Negro (Rubén Gallego)

Me traen al orfanato de turno. Me arrastro por el pasillo, a mi encuentro viene una niñera. El pasillo está a oscuras y ella no me ve enseguida. Cuando ya casi me toca, de pronto lanza un grito y da un salto atrás. Después se me acerca, se inclina para verme mejor. Tengo la piel oscura, y la cabeza afeitada. Tras un primer vistazo en la semipenumbra del pasillo sólo se pueden descubrir los ojos, unos grandes ojos que penden en el aire a unos quince centímetros del suelo.
- Huy, qué delgadito. Sólo piel y huesos. Ni que te hubieran traído de Buchenwald.
Ciertamente no estoy gordo. Allí de donde me han traído no me daban de comer muy bien, y además comía mal.
La mujer se va. Regresa al par de minutos y deja en el suelo, junto a mí, un trozo de pan con tocino. Veo el tocino por primera vez en mi vida. Por eso primero me como el tocino y luego el pan. De pronto me entra calor, me siento a gusto, y me duermo...

Blanco sobre Negro
Rubén Gallego

La expedición de la Kon-Tiki (Thor Heyerdhal)

Tú no has estado en tu vida en una balsa y de pronto se te ocurre cruzar el Pacífico en una. Quizá, saldría bien, quizá no. Los antiguos indios del Perú se apoyaban en la experiencia de muchas generaciones. A lo mejor diez balsas se iban a pique por cada una que lograba cruzar, o tal vez cientos en el curso de varios siglos. Como tú mismo dices, los incas navegaban en el mar abierto con verdaderas flotas de estas balsas; de modo que, si algo iba mal, los náufragos podían ser salvados por la balsa más cercana. Pero a ti, ¿quién te va a recoger en medio del océano?. Aunque te lleves un aparato de radio para un caso de urgencia, no creas que sea fácil localizar una pequeña balsa entre las olas, a miles de millas de la costa. En una tormenta puedes ser barrido de cubierta y hundido cien veces, antes de que nadie pueda llegar hasta ti. Mejor será que te quedes tranquilo aquí, hasta que alguien tenga tiempo de leer tu manuscrito. Escríbeles otra vez animándolos; sería bueno que lo hicieras.

La expedición de la Kon-Tiki
Thor Heyerdhal

Doble esplendor (Constancia de la Mora)

Durante aquel invierno fui víctima de tremendos remordimientos –sin llegar a comprender en qué consistía mi culpa-. Sentía una amarga vergüenza por la vida, tan vacía, que llevaba, y por no carecer de nada sin que me costase ningún trabajo; pero los que nos rodeaban y las mismas Hermanas de la Caridad daban a entender que, con unas cuantas visitas a los pobres y otras “obras de caridad”, había más que justificado mi situación de privilegio. Incluso me llegaban a insinuar que aquellas personas que yo veía en mis visitas a los patios de vecindad no eran lo mismo que nosotros. Los pobres eran considerados, en nuestro ambiente, como el producto inevitable de algo desconocido, que siempre había existido y continuaría existiendo, y de cuyo estado de cosas nosotros no teníamos la mínima responsabilidad. Pero a mí, en realidad, no me acababa de satisfacer aquellas explicación. La gente que yo conocía en tales visitas no me parecía diferente de los demás, y lo único que las distinguía era su miseria, suciedad e ignorancia. Aquellas viudas tan jóvenes, pensaba yo, seguramente que querrían rehacer sus vidas y tener un poco de seguridad para sus hijos -¡ciertamente aquella anciana no andaría pidiendo limosna si tuviesen trabajo sus hijas y ganasen un salario decente!-, pero, cuando se me ocurría algún comentario o me rebelaba ante lo que, a mi juicio, eran las más palpables injusticias, mis amigas o las Hermanas de la Caridad trataban de consolarme diciéndome:
.- Es que tú tienes un corazón de oro...

Doble esplendor
Constancia de la Mora

El iceberg imaginario (Elizabeth Bishop)

Es mejor tener el iceberg que el barco, aunque ello signifique el fin del viaje.
Aunque permanezca totalmente inmóvil como una nublada roca y todo el mar fuera móvil mármol. Es mejor tener el iceberg que el barco; poseeríamos más bien esta llanura de nieve aunque las velas del barco anduvieran por el mar como la nieve yace no disuelta sobre el agua.
Oh, solemne y flotante campo, ¿Te das cuenta que un iceberg reposa contigo y cuando despierte puede pacer en sus nieves?
Esta es una escena por la que un marino daría sus ojos.
El barco es ignorado. El iceberg se alza y se hunde de nuevo; sus vítreas puntas corrigen las elipses del cielo. Esta es una escena donde quien pasea por la borda es incultamente retórico. El telón es demasiado ligero para alzarse en las más finas cuerdas que las aéreas torsiones de la nieve provean. La gracia de estos blancos picos hace sombras con el sol. El iceberg desafía su peso sobre un movedizo escenario y se está y observa.
El iceberg corta sus facetas desde dentro. Como las joyas de una tumba continuamente se protege y adorna sólo él mismo, quizás las nieves que tanto nos sorprenden flotando en el mar.
Adiós, decimos, adiós, el barco se pierde adonde las olas se entregan a otras olas y las nubes pasan a un cielo más cálido.
Los iceberg son necesarios al alma (haciéndose ambos de los elementos menos visibles) para verlos así: encarnados, bellos, indivisiblemente erigidos.

El iceberg imaginario
Elizabeth Bishop

A través de la Selva Amazónica (Percy Harrison Fawcett) (Senderos andinos)

Quienes únicamente conocen Europa o el Oriente apenas pueden imaginar cómo son estos senderos andinos. Los indios y las mulas –y, por supuesto, las ubicuas llamas- son prácticamente las únicas criaturas capaces de recorrerlos con éxito. Los angostos caminos están sembrados de piedras sueltas y grava movediza, ascienden miles de metros por pendientes que sólo puedo describir comparándolas con el costado de la Gran Pirámide, y luego, del otro lado, descienden por escarpados precipicios en una serie de bruscos zigzags. Las mulas han de saltar, como los gatos, sobre piedras enormes que recuerdan la escalinata de un gigante. A ambos lados de las afiladas crestas, el sendero desciende hasta un abismo lleno de fango. El camino aparece flanqueado por esqueletos de animales, y alguna que otra ruidosa bandada de buitres se disputa el cadáver descompuesto de un caballo o una mula. En algunos puntos el tortuoso sendero se reduce a poco más que un estrecho saliente labrado en la escarpada roca, a centenares de metros sobre el fondo del valle, y allí las mulas optan por avanzar próximas al borde. El jinete mira al vacío con el corazón en la garganta, sabedor de que los accidentes son habituales. Es entonces cuando uno recuerda los relatos sobre pasos en falso sobre la grava suelta, y la caída entre alaridos de un animal y un jinete que jamás volverán a ser vistos.

A través de la Selva Amazónica
Percy Harrison Fawcett

Rumbo a Tartaria (Robert D. Kaplan) [Turcomanos]

Los turcomanos, que eran nómadas, aterrorizaron durante siglos las comunidades agrícolas de Persia y Afganistán, así como a las caravanas que cubrían la ruta de la seda, violando, saqueando y llevándose muchos esclavos que vendían a los árabes y a los kanes de Jiva y Bujará, en el actual Uzbekistán. Cada vez que Persia organizaba una expedición hacia el norte, los turcomanos huían hacia las tierras de Kara Kum. Pero aunque eran buenos jinetes, los turcomanos, aferrados a las tradiciones de sus clanes, nunca lograron constituir un estado propio, y en 1741 el rey persa Nadier Sha los sometió a su dominio. Más tarde, concretamente en 1813, los rusos quebrantaron el dominio persa en Asia Central y empezaron a levantar fuertes en el desierto para atacar a los turcomanos, que respondieron con incursiones en las que mataban y esclavizaban a los civiles rusos. Salvando las diferencias, era la reproducción de la guerra que se producía por entonces entre colonos blancos y nativos indios en el Oeste de Estados Unidos.

Rumbo a Tartaria
Robert D. Kaplan

Al Correr de los Años (Arthur Miller)

Los escritores que han preferido permanecer en su suelo natal y seguir escribiendo pese a la despiadada presión a que los someten para que emigren son unas figuras extrañas y anacrónicas en estos tiempos, tal vez no menos extrañas y anacrónicas que sus opresores...
La insistencia de esas personas puede ser una inspiración para algunos, pero es sin duda un estorbo para otros, y no sólo en el aparato opresivo, sino también en Occidente, pues los llamados disidentes defienden al parecer unos valores en una época en que la actividad principal parece ser el aumento del capital para invertirlo en tecnología.
No hace falta decir que en Occidente no todo el mundo, ni mucho menos, defiende los derechos humanos, y que en el apoyo occidental a los disidentes del Este hay más hipocresía de lo que a uno le gustaría creer. No obstante, si hemos aprendido algo en los últimos cuarenta años es que, para luchar por esos derechos (y sin ellos la acumulación de capital no es más que la construcción de otra prisión moderna), hay que luchar dondequiera que sea necesario.

Al Correr de los Años
Arthur Miller

El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad) (Mapas)

Debo decir que de muchacho sentía pasión por los mapas. Podía pasar horas enteras reclinado sobre Sudamérica, África o Australia, y perderme en los proyectos gloriosos de la exploración. En aquella época había en la tierra muchos espacios en blanco, y cuando veía uno en un mapa que me resultaba especialmente atractivo (aunque todos lo eran), solía poner un dedo encima y decir: cuando crezca iré aquí. Recuerdo que el Polo Norte era uno de esos espacios. Bueno, aún no he estado allí, y creo que ya no he de intentarlo. El hechizo se ha desvanecido. Otros lugares estaban esparcidos alrededor del ecuador, y en toda clase de latitudes sobre los dos hemisferios. He estado en algunos de ellos y... bueno, no es el momento de hablar de eso. Pero había un espacio, el más grande, el más vacío por así decirlo, por el que sentía verdadera pasión.
En verdad ya en aquel tiempo no era un espacio en blanco. Desde mi niñez se había llenado de ríos, lagos, nombres. Había dejado de ser un espacio en blanco con un delicioso misterio, una zona vacía en la que podía soñar gloriosamente un muchacho. Se había convertido en un lugar de tinieblas. Había en él especialmente un río, un caudaloso gran río, que uno podía ver en el mapa, como una inmensa serpiente enroscada con la cabeza en el mar, el cuerpo ondulante a lo largo de una amplia región y la cola perdida en las profundidades del territorio. Su mapa, expuesto en el escaparate de una tienda, me fascinaba como una serpiente hubiera podido fascinar a un pájaro, a un pajarillo tonto.

El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad

Los arqueólogos de patas de rana (Marc-André Vernier y Robert Grenier)

Estoy listo para descender al mar, pero antes admiro el paisaje que me ofrece la costa de Labrador. En frente mío veo las dos colinas de la Isla de Saddle, cerca de la isla el caso metálico del Bernier, un barco hecho en los años 60; a la izquierda, las pequeñas casas multicolores de la villa de Red Bay se agarran a las costas escarpadas; en la orilla las cabañas de los pescadores, soportadas por troncos.
Mi vista se torna hacia el mar, que aparece entre la isla y tierra firme; está lleno de icebergs, algunos pequeños, otros inmensos. A mí me gustan los icebergs. Tienen todos formas diferentes, esculpidas por los vientos y las aguas del mar. Tienen unos tonos de azul que me recuerdan....
"Robert Grenier, es hora de entrar al agua" Este llamado me trae a la realidad. A trabajar! Tomo una bocanada de aire fresco, el último por las próximas dos horas, me ajusto la máscara y los guantes y me lanzo hacia el agua helada...
Entro en un mundo totalmente diferente. Un mundo de silencio. Tengo en mi cintura 20 kgs de lastre que no me pesan nada. Tengo la impresión de volar!
El fondo de la Bahía se aparece poco a poco. Las imágenes fantasmagóricas del sitio arqueológico que yo dirijo se hacen más claras. Son imágenes mágicas: miles de pequeñas burbujas se van a la superficie, emanan de seis buzos que se afanan trabajando sobre grandes cuadros metálicos.
En el fondo de la Bahía, llaman mi atención los largos trozos de madera marrón o negra. Son los pedazos de un buque, el más antiguo jamás hallado en Canadá! Es un navío Vasco venido de Europa para cazar ballenas hace más de 400 años. Hace cuatro años que mi equipo de arqueólogos subacuáticos de Parks Canada trabajan sobre este pecio.

Los arqueólogos de patas de rana
Marc-André Vernier y Robert Grenier

Pura vida (José María Mendiluce)

El hombre no lo puede todo. Y aquí, la naturaleza nos lo recuerda muchas veces. Cuanto más la atacamos, más se defiende. Es triste, porque al final quizá gane el hombre. Pero el día que lo haga y mate la belleza, el hombre loco se habrá matado a sí mismo. Y querrá entonces devolver a la vida aquello que mató. Pero como un dios destructivo no podrá hacerlo. Y la última venganza de la naturaleza será arrastrar al hombre en su agonía. Y será el fin del mundo. De este mundo. Porque la vida renacerá, esta vez sin el error humano.

Pura Vida
José María Mendiluce

Las Ninfas (Francisco Umbral)

Yo era un lector incondicional que siempre estaba de acuerdo con todo y con todos. No tenía sentido crítico, o prescindía de él momentáneamente, y aún creo que debe ser así en el lector joven, pues la admiración enriquece mucho más que la reticencia, y sólo el que ha admirado mucho, el que lo ha admirado todo, lo bueno y lo malo, lo favorable y lo adverso, se encuentra más tarde en posesión de tesoros que ya irá depurando. El solo hecho de escribir en un periódico me parecía absolutamente mágico, como me lo sigue pareciendo, y no comprendía a algunos de aquellos genios del Círculo Académico que todo lo leían con reticencia y crítica, y que por lo tanto se estaban preparando para ser unos estreñidos literarios, unos descontentos, unos resentidos. A mí me valía todo.

Las ninfas
Francisco Umbral